Los primeros habitantes de esta zona montañosa que hoy llamamos Tilarán habían venido del Valle Central cerca de 1880, pero muchos no soportaron los duros calores guanacastecos del verano y la lluvia que golpeaba con fuertes vientos en el invierno, y se regresaron. Venciendo las inclemencias del tiempo y la espesa vegetación de aquellos bosques con abundante humus volcánico, más familias campesinas se aventuraron a repoblarlo allá por 1894 y dieron vida al poblado de “La Cabra”, mismo nombre del riachuelo principal; posteriormente el lugar se denominó Tilarán.
Recordamos que un año antes la Secretaría de Estado había alcanzado un nuevo acuerdo el 24 de noviembre de 1893 con la Compañía River Plate, antecesora de la Guanacaste Developmen Co. Ltd., con derechos de posesión de 800 mil acres de terrenos baldíos cedidos por el Estado mediante el Convenio Soto-Keith del 5 de abril de 1884, pero reduciendo a la mitad el terreno concedido y modificando otras cláusulas del convenio, lo que interpretaron muchos campesinos como la posibilidad de ocupar terrenos disponibles que pronto procederían a invadir, con el conocimiento del municipio de Las Cañas, escogiendo cada colono su lote de tierra, desmontándolo y sembrándolo para ejercer su derecho de posesión, ante la mirada indiferente de la Compañía Minera, dueña del mayor porcentaje de territorio en los cantones de Abangares y Las Cañas, incluyendo casi todo lo que hoy es Tilarán.
Más pobladores ingresarán en 1907 cuando se descubre el oro en el Líbano e inicie su explotación artesanal 10 años después. Por la queja de algunos vecinos, el 26 de setiembre de 1910, el Ministro de Gobernación, mediante decreto N° 457, acuerda no denominar más a este poblado como “La Cabra” y darle el nuevo nombre de Tilarán (de la raíz indígena Tilawa-tan: lugar de muchas lluvias y vientos). Las Actas del Congreso aseguran que estos primeros pobladores de Tilarán eran originarios de Sabanilla, San Pedro, Grecia, Palmares, San Ramón y San Rafael de Heredia. Por eso hasta el día de hoy alguna gente de Tilarán se siente más meseteña que guanacasteca.
Contando alrededor de 880 habitantes y más de 100 casas “de madera de fuerte y sólida construcción”, Ermita, una escuela con más de 80 niños, cementerio, edificio de correos, estación de Policía y cárcel, todo construido con el esfuerzo de los colonos, desde la altura de la Cordillera de Guanacaste, en las faldas de los volcanes Arenal y El Chato, estos valientes pobladores, empujados por la fiebre minera y las tierras fértiles para la agricultura, decidieron separarse del cantón llamado “Las Cañas”, y logran que el día 22 de setiembre de 1913 el decreto legislativo N°465 cree el distrito de Tilarán.
La lucha entre ocupantes de terrenos y la empresa minera River Plate comenzaría en 1917. Para entender este conflicto hay que recordar que en los terrenos concesionados a esta compañía había finqueros que tenían 15, 20 y hasta 25 años de vivir allí, quienes creían que habitaban terrenos baldíos, por lo que los desmontaron, construyeron sus casas y sembraron potreros, platanales, cafetales, maíz, frijoles, yuca, tabaco, papas, etc. Algunos intentaron negociar con la compañía para comprarle los terrenos, pero no pudieron. Años antes, cuando el presidente Ascención Esquivel había declarado caduco el Convenio con la Compañía River Plate el 3 de junio de 1904, los invasores/colones se sintieron poseedores de buena fe, pues ya los terrenos pasaban a ser nuevamente del Estado, por lo que la Compañía no los molestaría hasta 1917, cuando se inauguró la mina de El Líbano. Pretendieron en años anteriores que la compañía los indemnizara, pagando las mejoras que hicieron por años en sus fincas, pero la compañía minera alegó que no pagaría por la deforestación hecha por los finqueros, olvidando que la explotación de los cedros, pochotes y caobas, que eran las maderas más valiosas, las había realizado Mr. Wolff por medio de una concesión dada por la compañía.
Ante una petición presentada delante del Congreso Nacional en 1918, por parte de agricultores de Tilarán que se sentían afectados por la normativa que exigía a los campesinos colocar cercas de púas para proteger sus sembradíos del ganado (y no al revés, tal como debería ser), la respuesta del poder legislativo fue que la región guanacasteca era ante todo apta para la ganadería, a la que se dedicaban grandes proporciones de terreno, por lo que el gasto de cercar para los dueños de haciendas ganaderas sería enorme: Guanacaste era tierra de ganado (no de personas)… Por posiciones jurídicas como esta es comprensible que el sector ganadero siempre lograra imponer al menos un diputado de su gremio, para defender sus intereses por encima del resto de los guanacastecos.
Junto a los originarios agricultores del Valle Central, los primeros pobladores de esta serranía guanacasteca, se iban uniendo gentes de todos lados atraídas por la fiebre del oro y por la tala de bosques de cedro amargo, la que exigía mucha mano de obra. Sin embargo, los pobladores de Tilarán y Santa Rosa (Los Ángeles), como parte del segundo distrito de Las Cañas que eran en 1922, no gozaban de terrenos inscritos a su nombre, pues la escritura madre del distrito pertenecía a la compañía minera, lo que acarreaba un gran problema social. La historiografía recuerda que las dos primeras décadas del siglo XX fueron semillero de luchas campesinas por la posesión de la tierra. Uno de los conflictos más sonados sería el enfrentamiento de mineros y campesinos en el Líbano de Tilarán contra la latifundista compañía minera River Plate, con su culmen el 11 de febrero de 1922, cuando unos cincuenta campesinos quemaron las oficinas y bodegas de la compañía y reclamaron con consignas anti imperialistas y solidarias que aquellos terrenos deberían ser para los campesinos sin tierra. El Estado le expropiaría 9 mil hectáreas y el presidente Ricardo Jiménez aprobaría la compra de 2 mil hectáreas más a la River Plate para cederlas a la Municipalidad de Cañas y reponer así los terrenos apropiados por los colonos en Tilarán. En este momento había en total 1965 ocupantes en terrenos de la compañía minera, sobresaliendo en ellas los caseríos de La Caja, Coyolar, Tierras Morenas, Palmiro, El Líbano (desde 1905), Tapezcos, El Pelado, El Higuerón, La Jabilla y Montes de Oro (según documentos legislativos). Como nota curiosa cabe anotar que sería hasta el año 1990 en que la Compañía Minera la Esperanza S.A. anunció el cese de trabajos en la mina que operaba en la comunidad de Líbano, de la nefasta herencia de la River Plate.
Aquellos campesinos agradecidos con las tierras que por fin fueron escrituradas a su nombre, convirtieron Tilarán y Guanacaste en el mayor granero de Costa Rica. El cultivo del frijol fue de los que más destacó, pues del 1,75% que representaban las hectáreas cultivadas de frijoles en 1905, se pasa a tener en Guanacaste el 24,64% en 1925, lo cual nos induce a aseverar que el cantón de Cañas, que entonces incluía Tilarán y Abangares, se fue constituyendo en uno de los principales productores de granos del país en el período 1914-1925. El decreto de la Asamblea Legislativa N°170 le dará a este próspero poblado el reconocimiento como cantón un 21 de agosto de 1923, una vez superados los conflictos mineros del Líbano y afianzado el poder de su producción agrícola.
No podemos dejar de lado los grandes desastres naturales que ha vivido el cantón de Tilarán, causados por la erupción del volcán Arenal el 29 de julio 1968 y el terremoto de El Silencio el 14 de abril de 1973. Con ayudas internacionales recibidas se animó la creación en dicho cantón de la ciudadela Juan XXIII para apoyar a muchas familias afectadas por el sismo. Igualmente, recordamos el incendio del Hogar de Ancianos del 18 de julio del año 2000, donde murieron calcinados 17 personas.
En cuanto a la historia eclesiástica de Tilarán recordamos que Doña Amelia Elizondo fue una de las primeras devotas de San Antonio de Padua, patrón del poblado. Al saber que Monseñor Luis Leipold, Cura de Cañas, iba para España, recogió un dinero y le encomendó una imagen del Santo, la que fue recibida con mucha alegría por los pobladores que, orando primero en su misma casa y después en el pequeño ranchito donde celebraban la Misa, lo convirtieron pronto en patrono del pueblo. La Parroquia de Tilarán será fundada seis años después del cantonato, en 1929, siendo su primer párroco el Pbro. Fray Leonardo de Capellades, sacerdote español. En 1931 se reafirma el patronazgo de San Antonio, dedicándosele la pequeña Ermita construida desde 1910 en el mismo lugar que hoy ocupa la catedral, cuya construcción inició con la declaratoria de la Diócesis de Tilarán en 1961, siempre bajo el patronazgo de San Antonio, y dirigida desde entonces por Monseñor Román Arrieta (1961-1979), Monseñor Héctor Morera (1979-2004) y Monseñor Victorino Girardi (2004-2016) y Monseñor Manuel Eugenio Salazar.
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