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Foto del escritorProfesor Ronal Vargas Araya

Leyenda del volcán Orosí

El imponente volcán Orosí, con una altitud de 1.659 metros, presenta una forma cónica bien desarrollada, junto a su hijo menor el Orosilito, primo hermano del cerro El Cacao, que tiempos milenarios atrás tal vez fue uno de los volcanes más activos y al que los antecesores de los indígenas chorotegas más temían. El nombre indígena de "Orosí" (palabra aguda) no debemos confundirlo con "Orosi" (palabra grave), que se refiere a una antiquísima región de la provincia de Cartago

Contaba el sabio anciano Juan Vega (qddg) que hace muchos años unos misioneros nicaragüenses llegados al poblado de La Cruz quisieron subir al cerro, acompañados de unos huaqueros que conocían muy bien estos lejanos lugares, muchos años antes habitados por pueblos nómadas que aquí dejaron sepultados los vestigios de cerámicas e instrumentos de trabajo más antiguos que se conocen en lo que será Costa Rica. A aquellos aventureros se les hizo muy difícil su ascenso, por lo empinado y húmedo del terreno selvático, por lo que decidieron disminuir la velocidad de sus pasos y disfrutar más de la exquisita naturaleza. De pronto comenzaron a oír unos ruidos extraños que los hizo esconderse en un grande agujero del camino, era el paso de una manada de jabalíes que como valientes soldados vigilaban la montaña, pues se sentían los dueños de estos hermosos bosques.

Poco después de superar el gran susto de aquel inusual encuentro, decidieron continuar su ascenso, pero al rato se encontraron de frente a un abismo difícil de cruzar y vieron volar muy cerca unas bellas aves plateadas que emitían unos sonidos semejantes a la mejor música que habían escuchado. Dichas aves nunca jamás antes habían sido vistas por alguno de los aventureros, por lo que alguien exclamó impresionado: “aquí debe haber escondida mucha plata”. Ante tal expresión de admiración, se dejó escuchar un misterioso y potente eco lejano, como el rugir explosivo del volcán, que respondía celoso a los intrusos de su paradisiaco paisaje: "Aquí plata no hay, oro sí, sí, sí...". Los misioneros y sus acompañantes se llenaron de temor pues no había en aquella montaña nadie más que ellos, y creyendo que el volcán, hasta entonces sin nombre famoso reconocido, podría iniciar un período de erupciones, emprendieron de inmediato el regreso a la villa de La Cruz y prometieron no intentar de nuevo subir la montaña sagrada de los ecos misteriosos, pues por varios días continuaría retumbando en sus oídos aquella sentencia furibunda: "Aquí plata no hay, oro sí, sí, sí...".. Por ese motivo los lugareños comenzaron a denominar al cerro más alto de la región con el extraño nombre de Orosí. Hasta nuestros días este hermoso volcán sigue mostrando su magnífica presencia como EL PRIMERO de norte a sur en la Cordillera Volcánica de Guanacaste, el volcán más al norte, el que sigue animando a huaqueros y aventureros a seguir buscando los yacimientos de oro nunca antes encontrados...

Sea cierto o no este relato histórico, los pobladores de La Cruz atribuyen a estos aventureros antiguos, sin nombres ni apellidos conocidos, el por qué bautizaron a este coloso con el extraño nombre de Orosí. El imponente volcán posa siempre firme e imponente, dominando el paisaje general en la región más al norte de Costa Rica, contemplando silencioso desde varios siglos atrás la belleza singular del lago de Nicaragua, siendo entre otras cosas, cuna de primitivas tribus nómadas, meta de aventureros exploradores, campo de entrenamiento para guerrilleros sandinistas, escondite de ermitaños y fugitivos, y lugar de inspiración constante para el canto de los poetas y enamorados que lo contemplan desde el cerro del Hacha y las márgenes pobladas del río Sapoá que dieron orígenes al poblado de La Cruz.

MORALEJA:

La ambición de algunas personas les lleva a volverse ciegos de las riquezas de la naturaleza por buscar sólo su valor comercial. El Volcán Orosí continua siendo un justo reclamo airado de la madre tierra que nos recuerda con su nombre que el oro más valioso está en la belleza de nuestra ecología, en los seres vivos de los mares y las montañas, en el valor incalculable de nuestros bosques y nuestras aguas, y no en la plata que acumulemos a lo largo de nuestra vida, asesinando los tesoros naturales de la flora y la fauna y explotando irracionalmente sus recursos: “Plata, no; ORO, sí”.


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