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Leyenda del volcán Tenorio

Nada tiene que ver el nombre del Volcán "Tenorio" con aquel personaje pícaro y enamorador del escrito José Zorrilla, denominado Don Juan Tenorio, y mucho menos que reciba ese nombre porque hayan visto al bandido volcán andar de enamorado, levantando las faldas a las montañas y serranías vecinas...


El nombre original del volcán no fue Tenorio, sino Tenori, pues así se llamó un valiente guerrero chorotega de las bajuras cañeras. Con el pasar del tiempo, y al castellanizarse muchos nombres indígenas, Tenori transformó su nombre por Tenorio y nosotros seguimos ese desacierto, provocando con el cambio de nombre, se sigan dando los chismes del volcán romántico, al igual que aquel triste toro enamorado de la luna.

Lo que sí tenemos por cierto es lo que cuentan las abuelas de Cañas, que la bella princesa Eskameca, novia del guerrero Tenori, fue un día a bañarse a una bellísima laguna que formaba el río Corobicí al juntarse con el Bebedero, llena de garzas, espátulas y hasta un que otro Gavilán sin ventura, y visitada por muchas otras aves preciosas que allí encontraban refugio y ofrecían celestiales conciertos.


También cantaba feliz la doncella mientras disfrutaba de las aguas mansas y cristalinas que corrían libres desde la montaña, cuando de pronto, entre rápidos remolinos y la agitación de los lirios acuáticos llamados nayuribes (de cuyas raíces, al quemarlos, los antiguos naual-chorotegas obtenían una ceniza carmesí que servía de tinta indestructible para decorar vasijas y dar colorido a las plumas y tejidos de los mantos), surgió desde la profundidad un horrible monstruo, que al parecer era el mismísimo demonio Ahuizotl, provocando la huida precipitada de la inocente princesa, precedida por el vuelo del galán sin ventura y muchas otras aves que le acompañaban fielmente, tal como si fueran sus damas de honor. Un nauseabundo olor, y un barro oscuro, inundaron desde aquel terrorífico momento las cristalinas aguas de aquella laguna, ahora dominada por lagartos, culebras y otros reptiles.


La princesa Eskameca casi queda ciega por haber contemplado de frente la fealdad de aquella bestia de la laguna. Furioso por tal afrenta y el peligro al que se había expuesto, el valiente Tenori, descendiente del cacique Avancari, vigiló constante por muchos días las orillas de la laguna, llevando sus flechas de huizcoyol, envenenadas con “niek-yee” líquido de la terrible serpiente de la selva. Con el pasar de los días sus guerreros lo iban dejando solo, presos del pánico cuando escuchaban ruidos horrendos procedentes del agua. Cuando la neblina del amanecer permitió ver la silueta en el agua de aquel engendro del demonio, Tenori se metió con decisión a la laguna y disparó certero sus flechas, hiriendo mortalmente al dragón, pero al agotarse sus flechas y no contar con más armas que su cuchillo, se abalanzó furioso contra la bestia infernal, al mismo tiempo que un tremendo remolino absorbió juntos a la bestia herida y al guerrero valiente abrazado a su cuello, desapareciendo ambos para siempre bajo las aguas de aquella laguna, que a partir de ese momento se volvieron eternamente mansas y serenas, regresando las aves a poblarla.


La bella y apasionada Eskameca gritaba apavorida al escuchar la última gesta de su enamorado, y desde aquel momento todos los atardeceres llegaba a vigilar con la aurora algún rastro de su enamorado a la orilla de la laguna, reclamando al cielo su amor perdido. Cuentan las abuelas que todavía, en las tardes más apacibles, es posible escuchar a lo lejos del río Bebedero el llanto enamorado y los tristes lamentos de una anciana, implorando el regreso de su amado que se fue para nunca más volver. Y la anciana vestida de negro, regresaba ya muy noche al pueblo, en llantos de silencio, acompañada con el vuelo del Galán sin ventura, único testigo fiel de su desconsuelo.


MORALEJA: Con sus 1.920 metros de altitud en un cono casi perfecto, con pendientes muy regulares, el volcán Tenorio está constituido por dos cráteres bien diferenciados, el Montezuma y el Tenorio, ambos se encuentran semi destruidos. Al rescatar el nombre del guerrero chorotega Tenori, que enfrentaba con valentía a los invasores y a las bestias, a sus angustias y a su propio destino, este volcán ubicado entre Cañas, Upala y Bagaces esconde el dolor de los indios corobicíes que huyeron de la invasión española y se asentaron en el valle de Guatuso, dando origen a los actuales malekus. El espíritu agerrido de Tenori sigue derramando su sangre valiente en estas nobles poblaciones indígenas que le rinden tributo al conservarnos su cultura, a pesar de tantas invasiones que continuaron recibiendo.

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