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Armando Sacasa: un socialista enamorado de la vida y de la gente

Autores: Freddy Miranda Castro y Ronal Vargas Araya



Conmemoramos el 11 de abril la gran Campaña Nacional contra los filibusteros y la patriótica hazaña de la quema del Mesón en Rivas, obra que la historiografía atribuye al confuso héroe nacional Juan Santamaría, de quienes todavía no pocos dudan de su existencia y atribuyen su inusual fama a la malévola intención de la familia Montealegre por desaparecer la memoria del magno Juanito Mora.


Pero en Liberia de Guanacaste (el antiguo departamento de Moracia), el 11 de abril también recordamos el aniversario de la muerte de otro héroe sin discusión alguna, que supo levantar la bandera de la participación ciudadana y la honestidad política desde sus múltiples carismas: Armando Sacasa Aguirre, fallecido el año 2013.

Muchos militantes de la izquierda lo recuerdan a inicio de los años setentas en Puntarenas, cuando él era Secretario General del Comité Regional del Partido Vanguardia Popular (PVP) en esa ciudad y miembro activo a nivel nacional. Sus compañeros lo recuerdan como un enamorado de las causas colectivas, porque a él le encantaba trabajar con la gente, estar en medio del pueblo y con el pueblo, compartir las justas luchas de grupos organizados y planificar el camino para ser siempre vencedores.


Su compromiso con la idea de la revolución fue total. Recorriendo el camino de Juanito Mora cruzó la frontera norte, empuñó las armas junto a otros que creyeron en los ideales sandinistas, contribuyó arriesgando su pellejo y vio nacer una revolución popular que lo llenó de ilusiones sobre el futuro, creyendo que otro mundo más justo, solidario y equitativo para todos era posible.

Después de triunfar la revolución regresó a Puntarenas y con el tiempo dejó las filas del PVP pero no abandonó los ideales de la redención revolucionaria de la humanidad: su vocación de luchador social se mantuvo intacta pero desde otras trincheras políticas. Al inicio la ideología partidista de izquierda fue muy determinante en su vida, pero con el pasar de los años y una vez que había asumido los principios humanistas y socialistas, aprendió a traducirlas en el beneficio que podía obtener para mejorar las condiciones de vida de un colectivo social, del barrio, de la ciudad o de Puntarenas, primero, y de Guanacaste, después. Lo demás no fue tan relevante, si lo podía hacer desde la filas políticas del PVP, del Partido Unidad Social Cristiana, del PAC o del Frente Amplio; desde su compromiso cristiano en la Pastoral Social o las Comunidades Eclesiales de Base o desde su militancia social en la Asociación de Desarrollo Comunal de san Roque, como regidor de la Municipalidad de Liberia o mediante una federación transfronteriza de municipios, de ticos y nicas, una de sus sueños más cultivados. El medio no era lo más importante para él, el motivo si lo era y este siempre era el servir. Nunca se hizo rico con la política, todo lo contrario vivió la mayor parte del tiempo en la pobreza o en condición regular de vida al lado de su compañera María y de sus hijos. Como la mayoría de las personas que en el siglo pasado sentían desde muy temprano un llamado por las causas sociales, Armando dejó tirados sus estudios secundarios y le entregó toda su energía a la lucha política y popular en las filas del partido comunista, donde a las personas más comprometidas no siempre se les estimulaba a formarse académica y profesionalmente, todo lo contario, su compromiso era con la revolución y si acaso con los estudios del marxismo, pero de una forma partidaria y muy rudimentaria. Armando fue soldado de esta visión pragmática de la izquierda del siglo pasado. Al dejar su natal Puntarenas y asentarse con su esposa en Liberia formó parte de la filas del PUSC durante un tiempo, siendo electo Regidor municipal y Presidente del Concejo por varios años, en momentos muy difíciles para esa municipalidad que se encontraba quebrada financieramente. A como pudo ayudó a superar esa situación, ganándose el cariño y reconocimiento de todos los liberianos, más allá de cualquier identificación partidaria o política.


María, su compañera de vida desde finales de los setenta, fue su pasión y ternura, le aquieto su ímpetu amoroso y le mostró los caminos del amor fiel y perdurable que coronaron con dos hijos y unos pocos nietos. La otra pasión, la de las causas sociales, se mantuvo siempre intacta desde su juventud. Su esposa trabajó siempre duro en las faenas del hogar y vendiendo ropa para apoyarle en sus estudios y con los gastos de la familia y Armando le robaba horas al sueño para resolver las tareas y estudiar para los difíciles exámenes de Derecho, pues soñaba algún día ser abogado.


Con un gran esfuerzo personal, logró su meta como abogado y notario, una forma de respaldar mejor su actividad comunal y social. Fueron constantes sus giras a la Parroquia de La Cruz para conversar con los sacerdotes de allí no sólo sobre el trabajo diario que realizaban con las personas migrantes nicaragüenses que atendían, dándole acogida, alimentos y asesoría legal, sino también para sistematizar dicha experiencia en su TESIS de graduación en Derecho.


Tuvo la suerte de resolver algunos casos judiciales que le depararon buenas sumas de dinero y le hicieron más llevadera la vida. Pero Armando siempre supo que el dinero no era el motivo de su existencia, sino un medio para vivir. La lucha por la JUSTICIA SOCIAL encendía más su corazón. Por eso trabajó por varios años junto a otros municipios de Guanacaste y de Nicaragua en diferentes proyectos que buscaban mejorar las relaciones entre los dos países, reducir las tensiones fronterizas y lograr una relación respetuosa y de mutuo enriquecimiento entre ticos y nicas, dos pueblos hermanos. En alguna ocasión se propuso ser diputado, y se esforzó en lograrlo, pero la oportunidad nunca se le presentó. Mientras tanto no dejó de trabajar en la federación de municipios de la provincia: hablar de los proyectos para mejorar Guanacaste era como una adicción, y luchar día a día para mejorar las condiciones de vida de su gente, de su barrio, de su cantón, era como la semilla para lograrlo.


Su salud no fue la mejor, siempre tenía diversos padecimientos y los últimos años de su vida fueron los peores. Un derrame cerebral lo había golpeado fuertemente con evidentes secuelas en su rostro y al caminar. Las enfermedades lo postraron en varias ocasiones, y el hospital se convirtió en un lugar de constantes visitas, pero tanta decaídas en su salud no le hicieron desistir de su persistente vocación de servicio comunal y de activista social.


Recordando a este luchador comunalista Armando Sacasa, quiénes lo conocimos no dudamos lo más mínimo que desde allá arriba, donde estará descansando junto a tantos que lucharon por la paz y la justicia, intercederá por quienes continuamos su misión, la misma que un día nos señaló aquel predicador del humilde pueblo de Nazareth que llamó BIENAVENTURADOS a los que dedicaron su vida a los demás.

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