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Chinos en Guanacaste: el rostro oriental de nuestra cultura chorotega. (Nicoya, 17-04-2020).


La hoy poderosa colonia china guanacasteca, controladora en un alto porcentaje del comercio actual en supermercados, restaurantes, préstamos y casinos, sobrepasa los 160 años de presencia en Costa Rica y la pampa guanacasteca, por lo que merece nuestra atención, pues se ha convertido en parte esencial de nuestra cultura.

En las últimas décadas del siglo XIX, cuando nuestra provincia, y el país en general estaban despoblados, varios políticos y escritores se referían “a la existencia de amplias regiones del país, "ávidas de ser explotadas", tales como los valles de Santa Clara y del General, las sabanas de Guanacaste y la región de Río Frío; y para ello es imprescindible la inmigración” (1). Fue entonces cuando el olfato de los orientales descubrió tierra fértil para su arribo y multiplicación. Se dice que los primeros comerciantes chinos arribaron a la mitad del siglo XIX, huyendo del hambre y la crisis económica del sur de China y atraídos por las historias de montañas de oro que existían en América. Nicoya sería el primer poblado guanacasteco que manifiesta presencia de chinos ya desde el año de 1855, cuando los primero chinos en el territorio nacional arribaron desde Panamá, procedentes de la construcción del ferrocarril.


En la Constitución Política de 1871 no se imponía ningún obstáculo a la venida de extranjeros al país, siempre que respetaran la religión católica y nuestra cultura. Sin embargo, en las décadas siguientes, se crean leyes para restringir la inmigración con el fin de ofrecer al Estado un instrumento jurídico que permitiera seleccionar con mayor atención a los inmigrantes. Para 1873 un historiador costarricense apunta que, “de acuerdo al último censo de población, la población no excedía los 400.000 habitantes: 350.000 nativos blancos de origen europeo, 5.000 extranjeros (alemanes, ingleses y franceses), 650 chinos y el resto de indígenas” (2).


El desprecio a la población originaria, la nicaragüense y la china, que eran minoritarias, ya se comienza a evidenciar desde estos tiempos. Se puede decir que fue el año 1873 cuando se conoce en Costa Rica a la población china, pues con motivo de la construcción del ferrocarril al Atlántico se trajeron alrededor de 653 chinos, junto a unos mil negros procedentes de Jamaica.


Las condiciones laborales para los trabajadores del ferrocarril fueron muy difíciles, entre otros motivos por la inexistencia de centros poblados donde éstos pudieran residir, por lo que se les construyó campamentos con alto hacinamiento, así los jefes lograban un mayor control social. Para los chinos en particular, el trato sobrepasaba lo injusto, llegando a un nuevo tipo de esclavitud: solo tenían tres días feriados al año, la comida era extraña y fea para su cultura, el día laboral excedía las 12 horas… La empresa extranjera a cargo de la construcción del ferrocarril optó por facilitarles opio, la droga más común en su nación de origen…y posteriormente vendérselos en altos precios. El trato cruel e inhumano con que los asiáticos fueron tratados los llevó a principios del mes de enero de 1874 a amotinarse y emprender la fuga: muchos fueron apresados, más de 464 de ellos habían sido ya vendidos para 1879 y el resto ya había muerto por las pésimas condiciones laborales (3).

Con la construcción del ferrocarril al Atlántico (1870-1890) se especuló por muchos años con diferentes nacionalidades de constructores, todos en condiciones infrahumanas: chinos, jamaiquinos, italianos, españoles… El Gobierno había flexibilizado requisitos para importar mano de obra china, caribeña y europea. Las constantes inmigraciones también fueron segmentadas, puesto que muchos trabajadores se incorporaron al mercado laboral de la época: no sólo se dedicaron a la agricultura o al trabajo de construcción, sino también a los servicios y al comercio. El gobierno, por citar un ejemplo, sostenía que para:

“...suplir la falta de brazos ha favorecido la introducción de inmigrantes trabajadores. Algunos españoles y seiscientos chinos han sido introducidos al país últimamente. De estos últimos, muchos se hallan al servicio de los agricultores por cesión que el Gobierno ha hecho de los contratos y otros se encuentran ocupados en los trabajos del ferrocarril, permitiendo así dejar de ocupar en ellos, trabajadores nacionales, que harían falta para las empresas agrícolas” (4).


Muchos chinos enfermos y maltratados del duro trabajo en la construcción del ferrocarril en el hostil clima caribeño, al reintegrarse a la vida social se volvían mendigos y morían abandonados en las calles, tal como informaban algunos periódicos a finales del siglo XIX, cuando la mendicidad alcanzó a las familias de estos inmigrantes, sus ancianos, mujeres y niños, fueran chinos, italianos, jamaiquinos o españoles.

Sin embargo, es de admirar el espíritu emprendedor de la cultura china, que mantuvo siempre su cohesión y se apoyaban las familias entre sí para soportar las duras condiciones y salir adelante. Por la ausencia del comercio en nuestra provincia, pronto algunos chinos viajaron al norte y se involucraron en los mercados locales, logrando atraer dineros de compatriotas lejanos que apoyaron su aventura. “La colonia china era la mayor fuente de crédito para los pequeños propietarios de Guanacaste a inicios del siglo veinte, así como un importante mercado para la producción campesina” (5). Al comenzar su acumulación como comerciantes, prestamistas y facilitadores de créditos, los chinos sufrieron mucha discriminación por parte del Gobierno y la población nacional; a pesar de ello, lograron sobresalir por su astucia, inteligencia y solidaridad como colonia de comerciantes. Tal era su poder que en 1897 el Gobierno se vio en la obligación de decretar una prohibición de toda inmigración china a Costa Rica.


En 1907 el comerciante don Federico Mora propone fomentar la inmigración de chinos y japoneses y el periódico La Prensa Libre secunda la idea. “El editorialista reta las jerarquías étnicas creadas por las teorías científicas eugenésicas, cuando afirma lo siguiente: "aspiramos a la inmigración de buenas razas y nos cautiva sobre todo, la inmigración alemana pero al mismo tiempo debemos confesar que si no fuera por los chinos, tal vez no se ponía uno aquí camisa limpia". (6). Hay que aclarar que este tipo de pensamiento no lo tenía el común de la población, más bien era la excepción de algunos empresarios e intelectuales.


En el período que va desde la prohibición de la inmigración china en 1897 hasta las décadas de 1910 y 1920 comienza a crecer un sentimiento de nacionalismo unido a una cierta xenofobia, cuando se impone el mito de que éramos “una Costa Rica blanca”; tal hecho tendrá un eco importante en los obreros y artesanos costarricenses, quienes se opondrán a diversos movimientos migratorios que, desde su perspectiva, era una competencia desleal a sus puestos de trabajo; por eso mismo la creciente inmigración de chinos y afrocaribeños será, sin duda, una gran amenaza para esa noble y pura raza nacional. Extrañamente en Guanacaste no se imponía ese sentimiento puritano tico y siempre se vio al nicaragüense migrante como uno más de la pampa. La venida al país de afrocaribeños, chinos, judíos y de los mismos nicaragüenses originó distintas medidas discriminatorias y un discurso público centrado en la defensa de la pureza racial de Costa Rica, el cual tendía a asociar a estos "otros" como culpables de los robos, el aumento de enfermedades, la prostitución, la violencia y el crimen.


Para 1911 el Gobierno giró otro decreto más en el cual obligaba a los chinos a inscribirse en el cantón donde residían, en el recién creado Registro Chino, para tratar de controlar esta población oriental en constante crecimiento, y la presencia ilegal de muchos ciudadanos orientales que se confundían con otros ya inscritos, compartiendo varios un mismo documento de identificación. En Guanacaste tal registro no fue efectivo, y pronto se abandonaría ese intento de control social.


En nuestra provincia recordamos los inicios de presencia oriental. “Los primeros chinos que se establecieron en los pueblos de Guanacaste fueron recibidos con bombas en Liberia y en Las Juntas de Abangares, un ahogado en Liberia y un boicot comercial en Tilarán” (7). Se recuerda allá por 1910 el asesinato del comerciante chino José Cantón en Cañas, perpetrado por un policía y dos nicaragüenses que lo venían atisbando desde días atrás y se dieron cuenta que guardaba el dinero de su comercio en su casa. Los delincuentes le arrebataron su dinero, acabaron con su vida, huyeron y se ocultaron en la montaña.

La fobia contra los chinos aumentó sobremanera en los años 30s, cuando en la prensa eran comunes los calificativos de: chinos avaros, hormigueros asiáticos, conspiradores, estafadores… Algunos periódicos como La Tribuna y El Guanacaste publicaban la noticia de una supuesta conspiración de la colonia china en Puntarenas para hacerse con todo el comercio de Costa Rica.


En la década de los 30s la palabra “chino” en Guanacaste era como sinónimo de pulpero, pues al menos 200 pequeños comercios estaban en sus manos, siendo la mayoría tiendas de comestibles y abarrotes. En el caso de Cañas las tres tiendas más grandes eran de chinos y sus propiedades estaban valoradas entre las de mayor precio. Similar caso se daba en Liberia, Nicoya, Filadelfia y Santa Cruz. Terminando la II Guerra Mundial allá por 1943 y ejerciendo Japón su dominio sobre China, se fue terminando la xenofobia contra los orientales y hasta el Gobierno revocó las restricciones contra la inmigración china.


El 6 de mayo de 2016 se inauguró la exposición itinerante “Historias de la Montaña de Oro”, que conmemoraba el 160 aniversario de la llegada de los chinos a Costa Rica. La actividad se realizó en el gimnasio municipal “Manuel Corella” en la ciudad de Cañas, Guanacaste. Cómo olvidar en nuestra provincia el aporte intelectual de la escritora Hilda Chen Apuy, las obras artísticas de Otto Apuy Sirias, el héroe puntarenense Antonio Obando Chang y otros tantos insignes herederos de la cultura china que se han enraizado en nuestra tierra como cedros y guayacanes, convirtiéndose en orgullo de nuestros pueblos. Hoy que la prensa y la ignorancia despiertan la xenofobia contra el nicaragüense, recapacitamos y suplicamos perdón por el mal trato que por muchos años nuestros ancestros dieron a los chinos en nuestro país, olvidando algo que desde la antropología es evidente: cómo los “otros” (indígenas, negros, chinos, nicaragüenses y otros “otros”) han contribuido a definir el “nosotros” manifiesto en la guanacastequidad y en nuestra nacionalidad.


NOTAS:

(1) Alvarenga Venutolo, Patricia (2002); La inmigración extranjera y la nación costarricense; Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica.

(2) Soto Quirós, Ronald (2008); Imaginando una nación de raza blanca en Costa Rica: 1821-1914. Consultado en http://alhim.revues.org/index2930.html También consultar su otro libro: “Inmigración e identidad nacional en Costa Rica 1904-1942. Los ‘otros’ reafirman el ‘nosotros’” (Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Costa Rica, 1998).

(3) Sobre la rebelión de los chinos, leer de: Casey, Jeffrey. "El ferrocarril al Atlántico en Costa Rica, 1871-1874" Anuario de Estudios Centroamericanos N. 2 (San José: Editorial Universidad de Costa Rica, 1976) pp. 320-324.

(4) ANCR. Serie Congreso. No. 8227. Informe de agricultura e industria de 1873, San José: Tipografía Nacional, 15 de mayo de 1874, p. 27.

(5) Edelman, Marc (1998); La Lógica del latifundio. Editorial Universidad de Costa Rica, San José; pág. 118 ss

(6) Soto Quirós, Ronal. Op. Cit.

(7) Edelman, Marc. Op. Cit.

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