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Hablemos de peleas de gallos. Nicoya 17-05-2020

Actualizado: 20 oct 2020

En medio de esta pandemia que trae el mundo de cabeza y nos obliga al confinamiento, el hermano de la entonces vicealcaldesa de Nicoya organizó una pelea de gallos el pasado 24 de abril de 2020 en propiedad de sus padres en La Mansión de Nicoya; el evento aglomeró a más de 50 personas y fueron confiscados 38 gallos de pelea, armas de fuego, instrumentos de pesaje, drogas, licores… y el responsable de apellido Rodríguez fue acusado, además del delito de promover las peleas de gallos, por violación de las medidas sanitarias. Eso hizo renacer en Guanacaste el conflictivo tema de la validación o no de esta antiquísima actividad, pues no hay cantón guanacasteco en el que no se hayan efectuado operativos para desmantelar galleras, tal como apuntaba un antiguo viajero por Guanacaste que, en algunos de sus pueblos, “dondequiera que se podía clavar una estaca había un gallo de pelea atado”.

Hablar de peleas de gallos o de monta de toros en Guanacaste y en Costa Rica es referirse a costumbres arraigadas en el folclor popular que, indistintamente del calificativo ético que les demos, no podemos negar su práctica permanente, a pesar que la legislación ha venido reprimiendo el maltrato animal cada vez con más severidad. El pequeño pero poderoso grupo de defensores de las peleas de gallo se enfrenta a cada momento a los defensores animalistas, que niegan su supuesto valor tradicional cultural y afirman como despiadada y desmedida la actuación mercantil de las galleras contra estos inocentes animales, víctimas de la avaricia de sus dueños y apostadores.

Indistintamente se le llamó a esta actividad en Costa Rica pelea, combate, lucha o juego de gallos, para realzar ese elemento violento que encendía la pasión en los hombres y “tuvo sus primeras manifestaciones en nuestro país a partir del siglo XVI, desarrollándose con intensidad en las centurias subsiguientes. Pero, su primera regulación normativa se elaboró hasta 1849 como parte del Reglamento de Policía emitido durante ese año. Con posterioridad, se emitieron distintas disposiciones al respecto en los años 1853, 1854, 1884 y 1885. Años estos dos últimos en los que se dieron, respectivamente, el Reglamento de Gallera y el Reglamento de Policía para la seguridad, salubridad y ornato de la ciudad de San José, en ambos cuales, se reguló pormenorizadamente todos los aspectos relacionados a estos combates. Pero, cuatro años después, las autoridades gubernamentales prohibieron la realización de este tipo de enfrentamientos animales, otorgando el plazo de un año para que feneciesen todos los permisos municipales que se habían conferido a particulares para esta actividad” (1).

Hay muchos testimonios históricos que fundamentan la práctica de esta tradición, en la que participaban no solo campesinos y comerciantes sino también famosos políticos. Al respecto se apunta que “dicha actividad fue una de las más concurridas y practicadas por nuestros antepasados antaño, tal y como lo reseñó el viajero alemán Friedrich Wilhelm Adolph Marr, en su libro “Viajes a Centroamérica” En efecto, en el capítulo 13º del tomo 2º de dicha obra, Marr señala que al estar en San José (1852), un día quiso conocer a los principales ciudadanos de la capital y por intermediación de un instructor polaco de nuestro ejército, consiguió su objetivo, al apersonarse un domingo a las tres de la tarde a un espacioso galerón. Según las palabras del relator germano, en dicho aposento pudo conocer a Juan Rafael Mora Porras (Presidente de la República), José J. Mora Porras (General en Jefe de nuestro ejército), Bruno Carranza Ramírez (futuro mandatario de nuestra nación en 1870), Nazario Toledo Murga (Rector de la Universidad de Santo Tomás) y José M. Castro Madriz (presidente de la nación entre 1847 y1849). Nombres los cuales refrendan el arraigo que poseía la actividad dual de gallos en todos los círculos sociales del país” (2).

Son múltiples los testimonios históricos de peleas de gallos en diferentes rincones del país, particularmente en los pueblos guanacastecos. En ellos se cuenta que “los viajeros de la época destacaban la participación de personas de distinta condición económica en tales diversiones: allí se citaron presidentes, figuras públicas, comerciantes y sectores populares, al punto que se llegó a regular la cantidad de dinero que, de acuerdo con los recursos disponibles, se podía apostar. El viajero alemán Moritz Wagner manifestaba en la década de 1850: “no creemos exagerar si afirmamos que la mitad de la conversación de la población masculina capitalina gira, durante toda la semana, alrededor de los gallos” (3).

Hay familias que tradicionalmente se han dedicado a esta actividad, siendo especialistas en la crianza, cuido y adiestramiento de los gallos de pelea, generación tras generación, negocio menos lucrativo que el de las apuestas, cuando miles y millones de colones desfilan entre los participantes de estos eventos, junto con licores y drogas que han venido a contribuir al decaimiento de esta actividad social, hoy celebrada en la clandestinidad por ser expresamente prohibida en nuestra legislación. Cada vez más se hace habitual encontrarse en el estacionamiento de las galleras, carros de lujo, bellas damas de compañía y personas desconocidas para la población local, pero con claro acento panameño, cubano o colombiano; las peleas y discusiones violentas entre los apostadores son comunes, pasando no pocas veces a los balazos, a pesar que no falta la presencia de niños y ancianos en esos eventos. En las poblaciones rurales guanacastecas son bien conocidas tanto las familias criadoras como los lugares escondidos donde se desarrolla esta lucrativa actividad, y la policía local tiene pleno conocimiento de la actividad, pero se hace de la vista gorda, y en los días de descanso es habitual ver varios policías “de civiles” participando activamente en las peleas de gallos.

La adrenalina que levanta las peleas de gallo es fabulosa, según relatan muchos testigos de estos eventos, no quedando exentos los jóvenes de esta explosión de emociones, en particular al ser combinada con licor, drogas y apuestas. En un relato de tantas aventuras en galleras unos muchachos de Heredia cuentan lo que sigue: “habíamos jugado 3 o 4 gallos contra los mismos maes, unos galleros de mucha plata de Guanacaste, la cosa es que les habíamos matado todos los gallos; mae, oiga, todos, y cuando ganamos el último gallo, el quinto, “Caballo” se tiró desde la parte de arriba de la gradería y les celebró la victoria en la cara a los maes estos de Guanacaste; entonces uno de esos maes sacó un revólver y se lo puso a “Caballo” en la cabeza, entonces “Caballo” le agarró el chopo y se lo puso en el pecho y le dijo, “si me va a matar, máteme”, entonces otro compa, Jeffrey, saltó desde arriba y le gritó al guanaco, si le va a pegar a “Caballo” tiene que pegarme a mí’, le quitó el revólver y lo retó a los pichazos… al final pararon la vara y no pasó a más” (4). Poco tiempo después el tal “Caballo” sería asesinado en una gallera…


Ahondando en las tradiciones religiosas más antiguas, tanto el judaísmo como el cristianismo consideran la creación al servicio del ser humano, pero poniendo a los animales como creaturas queridas por Dios que también merecían respeto y valoración, pues todo lo que respira alaba al Señor, de tal forma que el imperativo “no matarás” implicaría no sólo la vida humana, sino toda vida indefensa. En el ISLAM el Profeta Mahoma (570-632) consideraba permisible matar a animales, aunque hacerlo sin necesidad aparente o con crueldad fuera prohibido. También las sociedades hindúes y budistas desde el siglo III AC proclamaron un vegetarianismo amplio, refiriéndose al principio de Ahimsa, el principio de no violencia contra las personas y contra los animales. No extraña, por tanto, que la Declaración universal de los derechos de los animales, indique en su artículo N° 3 a) “Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles” (5).

El sistema legal costarricense comienza a prohibir las peleas de gallos desde el año 1870, con la emisión de la Ley Nº 17, que deroga la Ley que autoriza juegos de billar y de gallos, del 9 de mayo de 1870. Para el 1 de julio de 1889, con la emisión de la Ley Nº 47, Costa Rica fue consistente en reiterar la prohibición para las peleas de gallos. Sin embargo, se permitirá de nuevo el Juego de Gallos en cabeceras de Cantón y los Domingos y Feriados el 18 de julio de 1902 y en la Ley Nº 16 de Juegos, del 7 de setiembre de 1917, que en su tercer artículo establece que “El juego de gallos es prohibido”... Años antes el Congreso había aprobado el proyecto de ley que permitía las luchas de gallos, el cual fue pasado al Poder Ejecutivo para su sanción final. Para el 25 de junio de 1912, el Presidente de la República de ese entonces, el Lic. Ricardo Jiménez Oreamuno vetaba dicho decreto. En resumen: las peleas de gallos fueron prohibidas en 1889, legalizadas en 1902, para ser vetadas de nuevo en 1912. “El presidente Ricardo Jiménez vetó la ley. Así queda reflejado en este fragmento tomado de La Gaceta de 1912: “Es mala esa ley [de gallos] porque fomenta el juego, sirte en que naufragan el amor al trabajo, el espíritu de ahorro y previsión, el bienestar del hogar y, no pocas veces, los sentimientos de honradez y compasión humana; es mala porque si hoy se abriera al público de par en par las puertas de las canchas de gallos, mañana, por la lógica fatal de las cosas, habría que hacer lo mismo con las puertas de los garitos, porque ver correr dados es menos innoble que ver correr la sangre de animales sacrificados para solaz o en aras de la codicia de los jugadores” (6). Lo interesante es que, el propio expresidente Jiménez Oreamuno era un confeso aficionado de las galleras y, además, de la crianza de gallos.

Hoy tenemos en Costa Rica cuatro leyes vigentes que prohíben las peleas de gallos, tanto por el maltrato a los animales como por las apuestas:

1. Ley Nº 17 Deroga Ley que Autoriza Juegos de Billar y de Gallos (9 de mayo de 1870).

2. Ley Nº 47 Prohíbe el Juego de Gallos (1 de julio de 1889).

4. La Ley Nº 7451 de Bienestar de los Animales del 17 de noviembre de 1994, que en su artículo 15 "prohíbe la cría, la hibridación y el adiestramiento de animales con el propósito de aumentar su peligrosidad. Asimismo, se prohíbe que los responsables de animales de cualquier especie promuevan peleas entre ellos".

Además, nuestro Código Penal vigente, en su artículo N° 385 dispone que cualquier acto de maltrato o de muerte de un animal sin necesidad será penado con una sanción de 5 a 30 días multa. Aunque no la pareciera, el auge del futbol fue responsable del decaimiento de las peleas de gallos en Costa Rica. “Chester Urbina en su investigación sobre gallos y corridas de toros establece que el diputado Carlos Durán, en tercer debate para la derogatoria de la prohibición, indicó: …las peleas de gallos eran una diversión impropia de hombres serios' dichosamente Costa Rica estaba siguiendo el ejemplo de las naciones cultas, siendo común en las plazas de los pueblos la práctica por las tardes de los deportes favoritos de los anglosajones [futbol] y que si se abrían las canchas de gallos, era muy posible que la juventud abandonara el fútbol para ir a congregarse en ese local para apostar y presenciar la tortura y muerte de las aves” (7).


Es muy difícil el actuar para las autoridades de SENASA (Servicio Nacional de Salud Animal), que debe acatar esta legislación para erradicar las peleas de gallos. El motivo principal es que las actividades masivas en las galleras se hacen generalmente los días feriados y fines de semana, cuando la mayoría de empleados públicos no laboran. Es verdad que SENASA asesina con crueldad los gallos decomisados, al igual como las autoridades destruyen todos los materiales de las "sacas de guaro contrabando" o de las plantaciones de marihuana, por el peligro que implica para la salud pública la manipulación de estos animales, muchos de ellos procedentes de otros países, sin mediar medidas de control sanitario, pudiendo ser causantes de pestes, epidemias, contaminaciones u otras desgracias.

Aunque los defensores del lucrativo negocio de las peleas de gallos alegan que el ser violentos y combativos es una característica genética de esas razas de gallos, parece ser que su comportamiento obedece más bien al ambiente brindado por sus criadores, desde el preciso instante que buscan las mejores gallinas y gallos para procrear e incentivan diariamente los instintos violentos en los pollos durante su crecimiento, manteniéndolos aislados, sin ningún contacto físico con sus semejantes. “Otro aspecto desagradablemente sorprendente de la publicación de la Asociación Nacional de criadores de gallos, es que pocas veces la sociedad costarricense ha presenciado la defensa pública de una actividad ilegal, la cual es además repudiada por amplios grupos de la sociedad que rechazan el maltrato animal, por lo cual es un nefasto precedente bajo el cual podría esperarse una apología de cualquier otro delito al amparo de supuestos argumentos que presuntamente lo justifiquen” (8).



Las nuevas prácticas culturales y la diversificación de las formas de entretenimiento fueron alejando a los costarricenses de los resabios heredados de la colonia, entre otros, de las peleas de gallos, donde sobresalía la élite económica y política, cambiándose este entretenimiento por el futbol, que las desplazaría. Sin embargo, los expertos contabilizan todavía en más de 5 mil los criadores de gallos de pelea, lo que habla de la difícil exterminación de esta práctica. Las peleas de gallos y la cultura machista siempre irán de la mano, pues tal como apuntan varios expertos en la materia, los buenos gallos de pelea se convierten como en una extensión del orgullo machista de sus dueños y apostadores… “Las mujeres que participan en dichos eventos, según las observaciones etnográficas efectuadas en las galleras, lo hacen de forma pasiva, es decir, acompañan a su pareja a la actividad. Nunca observé una mujer gallera que llegara al redondel a jugar sus gallos” (9), lo que refuerza la tradición del patriarcado latente en este lucrativo negocio ilegal, donde queda más que claro que “en ninguna circunstancia, tortura equivale a cultura”.

NOTAS:

(1) Arias Castro, Tomás Federico (2014); El Canciller Esquivel Ibarra; San

José, Costa Rica: MREC, Instituto Manuel María de Peralta, págs. 50-51

(2) Arias Castro, Tomás Federico (2012). Historia de Gallos y leyes. Artículo publicado en diario Extra. San José. http://www.diarioextra.com/2012/junio/05/opinion15.php

(3) Fumero, Patricia (2012). Historia: gallos y galleras. Artículo publicado en periódico La Nación. San José. http://www.nacion.com/2012-05-27/Ancora/Gallos-y-galleras.aspx

(4) Rodríguez Aguilar, Onésimo (2015). Se muere Gallo Bueno: peleas, sociabilidad y violencia. Galleras en Costa Rica. Anuario de Estudios centroamericanos, Universidad de Costa Rica. San José, pág. 313

(5) Esta declaración fue adoptada por La Liga Internacional de los Derechos del Animal en 1977, que la proclamó al año siguiente. Posteriormente, fue aprobada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

(6) Fumero, Patricia. Op. Cit.

(7) Chaverry, Federico, Dr (2016). Argumentación falaz para justificar las peleas de gallos. Revista Cambio Político. San José. http://cambiopolitico.com/argumentacion-falaz-para-justificar-las-peleas-de-gallos/12574/

(8) IBID.

(9) Rodríguez Aguilar, Onésimo (2015). Se muere gallo Bueno: peleas, sociabilidad y violencia. Galleras en Costa Rica. Anuario de Estudios centroamericanos, Universidad de Costa Rica. San José, pág. 325


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