Por medio de la ley N°4887, un 2 de noviembre de 1971 se crea el Cantón de Hojancha, hasta aquel momento distrito de Nicoya. El Decreto Ejecutivo N°2192-G de 2-02-1972 le fija sus límites, mismos que serán alterados el 26 de noviembre de 1980, cuando el Decreto Ejecutivo 12090-G adscribe al cantón de Nandayure algunos poblados y caseríos de Hojancha.
En su inicio Hojancha era un cantón con un único distrito. Habrá que esperar hasta el 23 de julio de 1999 para que por medio del Decreto Ejecutivo 28027-G se creen los Distritos 2º, 3º y 4º: Monte Romo, Puerto Carrillo y Huacas. El año 2017 se agregará el distrito N°5, dándole un merecido reconocimiento a la presencia indígena chorotega con el nombre de Matambú. Al respecto vale recordar que ya desde el 2 de junio de 1980 se había dado la creación de la reserva indígena Matambú, abarcando entonces las poblaciones de Matambú (Hojancha), Matambuguito y Hondores (Nicoya).
Apuntan muchos relatos históricos que los primeros pobladores que llegaron al valle central de Hojancha, allá por 1910, provenían de Matambú, Pueblo Viejo y Matina (de Nicoya), sobresaliendo entre estas familias los apellidos Villagra, Castrillo, Alemán, Obregón, Pérez, Fajardo, Hernández, Espinoza, García, Sánchez, López, Carrillo y Mena. Desde años antes era común la visita de estos vecinos al valle en busca de una HOJA-ANCHA que utilizaban para la armazón de sus ranchos, porque llevaba unas varas muy largas y macizas; entonces armaban las caravanas de vecinos para traer la hoja-ancha en sus carretas y levantar sus ranchos con el mejor material de la región, por lo que pronto se socializó la expresión “vamos por la hoja ancha…venimos del lugar de la hoja ancha”.
Se sospecha que pocos años antes, terminando el siglo XIX, cuando regresó a Cuba el general Maceo, héroe cubano radicado entonces en La Mansión, gran número de mulatos cubanos que lo acompañaban no regresaron a la isla para continuar con la guerra de la independencia, sino que se adentraron montaña adentro buscando paz y tierras prósperas para cultivar. Con algunas familias cubanas que escogieron Costa Rica como su nueva patria se fueron consolidando poblaciones como La Mansión, Matina e Iguanita (en Nicoya) y La Arena y Pita Rayada en Hojancha, por lo que hasta el día de hoy son comunes los habitantes de un color más oscuro que los diferenciaría de los colonizadores blancos que vendrán décadas después desde la Meseta Central y les comprarán sus tierras por poco dinero.
Será hasta la década de los 30s cuando inicien las numerosas migraciones desde los cantones alajuelenses de San Ramón, Atenas y Palmares, de Puriscal y de Heredia, sobresaliendo familias con los apellidos Barrantes, Bermúdez, Mora, Quesada, González, Araya, Paniagua, Retana, Marín, Sandoval, Rodríguez, Arroyo, Rojas, Fonseca, Elizondo, Méndez, Zeledón, Prendas, Quirós, Vásquez, Villalobos y Venegas, entre otras. Con su arribo la agricultura empieza a diversificarse con el cultivo de granos básicos (maíz, frijol, arroz) y caña de azúcar; surgen los primeros cafetales para autoconsumo y la ganadería que, aunque incipiente, empieza a impactar negativamente en la cobertura forestal local, pues acrecentó los potreros.
El desarrollo de Hojancha entonces fue muy lento desde el arribo de sus primeros pobladores: en 1914 se abrió la primera escuela, siendo Domingo Cárdenas el primer maestro en atenderla; en 1917 se construye el cementerio local; en 1930 se levanta la primera Ermita católica, dedicada a San José Obrero y la primera plaza de deportes. En 1936 inicia el servició de telégrafo, que por años funcionaba solo en el cercano poblado de La Mansión. En los años siguientes se abrieron caminos y se crearon centros educativos en Pilangosta, Los Ángeles y Monte Romo; además, se fundaron empresas comerciales y se establecieron plazas de deporte en varias comunidades. Ese crecimiento continuó en forma lenta pero sostenida durante las décadas de 1940 a 1960, contándose en 20 las escuelas fundadas en este período para una población cercana a las 10 mil personas.
Pero hay algo que nadie pone en duda, y es que la verdadera historia del progreso de Hojancha inicia el año 1961 con la llegada del misionero español Luis Vara Carro, sacerdote, arquitecto, planificador, educador social, en fin, fundador de todas las instituciones básicas para el progreso de la comunidad que nacía. En aquellos momentos nadie se preguntó por qué al joven obispo de Guanacaste Román Arrieta se le ocurrió enviar un sacerdote extranjero, ex párroco de Tres Ríos de Cartago, a esta población recóndita y marginada de Nicoya, que en aquellos momentos era casi inaccesible por los pésimos caminos, mal servicio de agua, sin electricidad, ni una cuadra trazada en el centro de población, ni tan siquiera una habitación digna para el nuevo sacerdote, por lo que tuvo que adaptar la sacristía como su casa cural. Al parecer, algunas serias diferencias entre el entonces arzobispo de San José y el padre Vara indujeron al castigo del segundo, siendo desterrado al lugar más alejado y hostil que tuviera en aquel momento la recién creada diócesis de Tilarán, y ese lugar de destierro fue el barrio de Hojancha. Lo que en aquel momento un Obispo ofendido pensó originalmente como un castigo contra un cura rebelde, Dios lo convertiría en una bendición para la población de Hojancha.
Con el arribo del Padre Vara se potencializa una época de grandes transformaciones en la vida de Hojancha, debido a su visionario liderazgo y a su capacidad organizativa y estimuladora de lo mejor del espíritu campesino, se logra planificar el desarrollo integral y se lucha por un modelo político de organización social: se abren calles, cuadrante y caminos a las comunidades, se constituye el distrito IV de Nicoya, se funda la Asociación de Desarrollo, se funda la Parroquia y se construye la Casa Cural y el Templo Católico actual, se construye la carretera lastrada Mansión-Hojancha, se oficializa la titulación de tierras para los colonos y se inicia la planificación del movimiento para el proyecto cantonal, que concluirá con su declaratoria hace 48 años.
A partir de este momento el desarrollo social se fortalece mucho más; se abre el primer colegio (agropecuario) del cantón en 1972, se trae la electricidad por medio de Coopeguanacaste, se instala el primer Consejo Municipal en 1974, se abren las oficinas del MAG en 1975 y se crea el Plan de desarrollo rural con el IFAM en 1976. En mayo de 1978 se constituye el centro Agrícola Cantonal de Hojancha y conjuntamente con la dirección General Forestal del Ministerio de Agricultura en ese momento, hoy MINAE y el Colegio Agropecuario, se abre el vivero Forestal y Frutal de Hojancha. Ese mismo año se construyen las instalaciones del centro de promoción y desarrollo campesino (Cemprodeca) y los servicios de Banco Nacional.
Hay que admirar, entre otras cosas de este ejemplar cantón, el esfuerzo consensuado por emprender un serio proyecto de restauración forestal por casi 40 años, siendo la Reserva de Monte Alto el principal fruto de estos esfuerzos para rescatar la cuenca del río Nosara. Igualmente admiramos la longevidad de sus habitantes, pues aquí se encuentran muchos ancianos que hacen de este cantón una de las regiones más expresivas del territorio de “Nicoya, zona azul del mundo”.
Un par de años atrás el cantón recibió un reconocimiento especial por ser el de menor delincuencia y nulos asesinatos de Costa Rica, sin embargo, extrañamente por un par de años Hojancha fue el cantón de Costa Rica donde relativamente hablando se daban más suicidios, situación recientemente superada con un fuerte esfuerzo organizativo comunal. Sin duda alguna, en estos últimos años el Gobierno municipal ha sido el mejor aliado para hacer de Hojancha uno de los cantones de Guanacaste con los mejores índices sociales y la gestión municipal más efectiva y transparente, dando realce así a la próxima celebración de los 50 años de cantonato.
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