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Pedro Lara Martínez, campesino de La Cruz asesinado en 1981 por la Guardia Civil. Prof. Ronal Vargas

Actualizado: 14 feb 2021

Preparando su 40 aniversario.


Para entender el contexto del precarismo rural en la zona fronteriza norte de Costa Rica a mediados del siglo pasado hay que hacer un breve recorrido histórico, mencionando algunos hechos y personajes claves en su desenlace, pues aunque el calderonismo había sido vencido en la guerra del 48, la influencia de sus líderes se mantenía intacta en el lejano distrito fronterizo liberiano de La Cruz, donde Etelvina Ramírez, la esposa cruceña del ex presidente Teodoro Picado Michalski (1844-1948) y su hijo abogado mantenían estrechos lazos económicos con los latifundistas del contorno.


“Teodoro Picado Lara, abogado, formó en 1962 la Compañía Agropecuaria La Esperanza con un grupo de inversionistas incluyendo a su madre, su esposa estadounidense y sus primos René y Álvaro Picado Esquivel. Tres meses después, el general Somoza Debayle figura como presidente de la compañía, igual que en la Sociedad El Murciélago Ltda. En 1963 la Sociedad La Esperanza adquirió el 50% de las acciones de EL Murciélago y Somoza retuvo el otro 50%. Ese mismo año, Picado se asoció con Alfonso Salazar Céspedes para explotar la Hacienda El Viejo. En 1962 figuraban como dueños Anastasio Somoza y Alfonso Salazar. En 1964 Luis Somoza compró la Hacienda Santa Rosa y junto con su padre controlaba 31.000 has en Guanacaste y unas 30.000 has de las haciendas de la familia Pastora, cerca de los Chiles. En varias ocasiones, efectivos de la guardia militar de Nicaragua entraron al Murciélago y a Santa Rosa para expulsar precaristas. Explotaban maderas y ganadería usando peones indocumentados. En el Murciélago se entrenaron guardias somocistas y mercenarios cubanos contrarrevolucionarios, desde 1970. El General era visitado por capitalistas de la ultraderecha costarricense, como Hubert Federspiel. Los conflictos agrarios en Santa Rosa entre 1966 y 1970 llevaron a José Figueres a expropiar la hacienda y crear el Parque Nacional en 1970, en una extensión de 10.000 has. En 1978 y 79 el Presidente Carazo Odio expropió la hacienda El Murciélago” (1).


El panorama tradicional de estas tierras al norte de Guanacaste había estado desde muchos años atrás dibujado por grandes haciendas bajo el dominio de dueños ausentes, de Nicaragua o de la Meseta Central, algunos de los cuales se habían enriquecido más por la deforestación y el tráfico ilegal de maderas y ganado que por la agricultura y ganadería que aparentaban ser su sustento. “Un análisis de las ocupaciones e invasiones de tierras entre 1963 y 1981 indica que en la mayoría de los intentos los latifundios estaban intactos. En esos años, sólo en Guanacaste hubo 13 ocupaciones que cubrieron el 92.8% del total de 43.080 has reportadas como ocupadas por precaristas y 856 de 1.101 familias participó en esos movimientos” (2).


En aquellos años casi todas las haciendas estaban compuestas de inmensas zonas boscosas, terrenos en abandono y tierras subutilizadas. En el distrito liberiano de La Cruz, que será cantón hasta el 23 de julio de 1969, más del 50% de las familias rurales eran precaristas y gran cantidad de fincas estaba en disputa después de 1960, cuando Luis Morice, con la excusa de regalar a los vecinos el registro legal de sus fincas no inscritas, mediante una artimaña con el ingeniero agrónomo, el juez y la policía del lugar, terminará robándole terrenos a decenas de campesinos. Además, hay que recordar que todavía existían grandes áreas de tierras sin denunciar que pertenecían al Estado y que algunas haciendas las mantenían en su dominio como demasías. Los campesinos se veían atraídos hacia esas tierras abandonadas y, algunas veces con robo de hormiga, adentrándose cada vez más en su posesión o alejando las cercas de su límite y otras de manera más violenta, invadían/recuperaban la tierra para cultivar.


Ante este panorama de las haciendas del norte guanacasteco a finales de la década de los años setenta, es que el presidente Anastasio Somoza de Nicaragua se había venido transformando en el mayor latifundista de Guanacaste, gracias a su poderío económico y a las maniobras legales de Teodoro Picado junior, pero en el mes de julio de 1979 sucede lo inesperado, cuando Somoza es derrocado por los sandinistas, y muchas de sus tierras y pertenencias quedan a la deriva, por lo que algunos de sus socios y otros oportunistas, incluyendo al Estado costarricense, se apropian de sus bienes. La finca Santa Rosa y El Murciélago ya para 1979 venían siendo nacionalizadas, pero un sector al norte de la Hacienda Santa Rosa al que denominaban Paso Bolaños fue adquirido de forma irregular por el latifundista Luis Gallegos Chacón, hijo del también latifundista Luis Gallegos Iglesias, antiguo socio de Somoza, y también dueño de la Hacienda Pocosol, la Hacienda Los Inocentes y los cerros de El Hacha, en las faldas del volcán Orosí. Este latifundista tuvo el descaro de llevar su ganado a pastar por varios meses a la Hacienda Santa Rosa, a pesar que ya había sido expropiada a Somoza y declarada Parque Nacional, según lo apunta una denuncia de la Policía en setiembre de 1979. Los empleados de Gallegos tenían llaves de los portones y usaban un camión que pertenecía a Somoza, deambulando por el Murciélago y el Parque Nacional Santa Rosa como si fuera su finca, introduciendo ganado ilegal que traficaban de la finca de Manuel Centeno en Nicaragua.


Los campesinos vieron la oportunidad de oro en medio de aquella confusión legal reinante con la propiedad de estas tierras en abandono y a finales de 1979 lograron asentarse junto al camino principal que conduce a La Cruz y levantaron junto a sus chozas una escuela de madera donde ejercían dos maestros nombrados por el MEP, uno de ellos era el joven director cruceño Carlos Ugarte, y donde el padre Clímaco Rodríguez de Liberia les vendría a celebrar la Misa en ocasiones. El latifundista Gallegos se dio a la tarea de interponer sendos recursos legales ante las autoridades con papeles manipulados que lo acreditaban como dueño de todos estos terrenos recién invadidos, por lo que la Guardia Civil de Liberia fue enviada en un par de ocasiones a convencer a los precaristas para que se alejaran, pero su esfuerzo era en vano, pues los campesinos se negaban abandonar sus casas, su escuela y la nueva esperanza popular que habían levantado.


Algunos vecinos entrevistados indican que uno de los líderes del grupo campesino instalado en el lugar era el valiente joven Pedro Lara Martínez, hijo de Pedro Lara y Manuela Martínez de Puerto Soley, acostumbrado a las duras faenas de la tierra y del mar, por lo que sus parcelas eran de las más sobresalientes del lugar, al lado de su compañera de vida Juliana Medrano, con la que criaba a su hija Xenia, de tan solo 9 años, Abel Antonio y otros (que todavía sobreviven junto a su madre).


Junto a él sobresalían también los valientes Juan Rafael Martínez, reconocido como líder del movimiento, Mercedes Narváez y Nicanor Medrano. Años atrás Pedro Lara había tenido contacto con algunos guerrilleros sandinistas a quienes en su momento había apoyado en su justa guerra patriótica, y al saber de la difícil situación que los precaristas atravesaban con la policía amenazándoles constantemente, le habían hecho llegar unas pocas armas viejas que fueron sigilosamente escondidas. También el partido comunista de entonces, al que llamaban Vanguardia Popular, procuraba no dejar abandonados a los valientes campesinos, por lo que les daba asistencia legal y asesoría técnica para asentar la justa posesión de la tierra en abandono. El ex diputado Víctor Hugo Morales Zapata, entonces solo un joven idealista que participaría en varias luchas por la tierra, incluyendo algunas en Santa Cruz y Filadelfia de Guanacaste, se vino a convivir con los campesinos de Paso Bolaños por casi un año, hasta el hecho lamentable del asesinato de Pedro Lara, cuando también fue detenido, encarcelado y expulsado del lugar.


El día 9 de mayo de 1981 el gobierno de Rodrigo Carazo Odio envió un fuerte contingente de guardias civiles bien armados con la misión de desalojar los campesinos y detener a los que mostraran resistencia. Acompañaba aquella guarnición el latifundista Luis Gallegos. Al hacerse presentes muy temprano en el lugar, los pocos campesinos que sabían usar armas no se atrevieron a repeler el ataque policial, sino que se entregaron sin oponer mayor resistencia, velando así por la vida e integridad de sus familias. Pedro Lara, por su parte, indican algunos testigos, que tomó un pequeño y viejo rifle y trató de alejar a los policías lanzando unos disparos al aire, pero la respuesta militar no se hizo esperar y pronto fue cazado como si se tratara de una bestia feroz, siendo aniquilado sin piedad, y muriendo acribillado en el lugar, ante la sonrisa complaciente del latifundista. La Policía montó en buses a todos los precaristas y los llevó al centro de La Cruz, donde los interrogó, dejando en libertad a las mujeres, los niños y varios hombres, pero encarcelando algunos líderes mientras continuaba las investigaciones. Además, destruyeron las chozas, quemaron la escuela, sus muebles y la rica biblioteca que tenía, botaron los sembradíos y arrasaron con cualquier señal del dominio de la tierra por parte de los precaristas que allí vivían. Será hasta diez años después cuando el ITCO redistribuya varias parcelas del lugar a los campesinos que las habían cultivado, debiendo iniciar de nuevo el cultivo de esta tierra, ahora más fértil, pues había sido regada por la sangre de Pedro Lara, bajo la sombra del volcán Orosí que fue testigo de las injusticias cometidas contra los campesinos sin tierra.


Una década tardó el sistema judicial del Estado para comprender el error cometido con el desalojo ilegal de las familias campesinas de Paso Bolaños; la cruel violencia policial ejercida, la quema de sus pertenencias, la agresión directa contra varios campesinos que dejó personas heridas y el despiadado asesinato a quemarropa de Pedro Lara, fueron el desenlace fatal de una acción de Seguridad Nacional planificada con el único objetivo de favorecer a unos latifundistas millonarios que nunca fueron los poseedores legales de estas tierras.


Tres diferentes testimonios escritos nos resumen con palabras parecidas la injusticia de aquel desalojo que acabó con la vida de un campesino y atrasó por diez años el sueño de muchas familias a tener tierra y casa propias: “En dos ocasiones los conflictos de tierras condujeron a asesinatos: una vez por Morice, quien asesinó al líder campesino Gil Marcial Tablada en 1970 y de nuevo en 1981, cuando la Guardia Rural disparó a Pedro Lara durante el desalojo de un grupo de precaristas que ocupaban tierras ociosas en Paso Bolaños, al sur de La Cruz” (3). “De nuevo en la zona de La Cruz, en 1981 la Guardia Rural intervino de manera violenta y fatal para desalojar a un grupo de campesinos que ocupaban tierras ociosas en la localidad de Paso Bolaños. La policía “le disparó” a Pedro Lara, según el libro La Lógica del Latifundio, de Marc Edelman” (4). “En 1981, una década después en la misma zona, la Guardia Rural, con terrorismo, desalojó violentamente a campesinos que ocupaban tierras en Paso Bolaños. La policía disparó y Pedro Lara fue asesinado” (5).


A pocos meses de conmemorar el 40 aniversario de este fatídico acontecimiento mortal de un campesino costarricense identificado plenamente a favor de la lucha para recuperar la tierra acaparada, no nos queda más que animar a las jóvenes generaciones para no dejar morir el recuerdo de quienes dieron su vida y sus sudores para heredar la tierra sembrada con lágrimas que hoy cosechamos con alegría, donde se levanta el próspero poblado denominado Colonia Bolaños, que más bien debería denominarse Colonia Pedro Lara Martínez y que debería tener un monumento a los valientes luchadores de 1981 que permitieron la recuperación de estas tierras, ayer en abandono y dominadas por unos pocos millonarios y que hoy las cultivan y disfrutan decenas de humildes familias campesinas.


NOTAS BIBLIOGRÁFICAS:

(1) Abarca Vásquez, Carlos (2013); Costa Rica: precaristas, colonos, políticos y terratenientes (1950-1980). Citado en: El Socialista Centroamericano - COSTA RICA.- precaristas, colonos, políticos y terratenientes (1950-1980) (elsoca.org). En 1979 Carazo expropió a Somoza la hacienda el Murciélago con un decreto presidencial, y en 1979 la Asamblea Legislativa lo secunda con un Decreto Legislativo, publicado en La Gaceta oficial el 12 de junio de 1979.

(2) Edelman, Marc (1998). La Lógica del latifundio. EUCR-SUP. San José, 1998, pág. 306

(3) Edelman (1998), pág. 298

(4) Chacón, Vinicio (2016). Modelo productivo incide en procesos agrarios. Semanario Universidad. UCR. San José. 8 de marzo de 2016.

(5) Álvarez Mora, Mauricio (2018). Los terrorismos a la tica. Revista: Temas de nuestra América, julio-diciembre, volumen 34, pág. 67-81, San José.

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