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Leyenda de El Guardián del Río Tempisque. Nicoya, 4-02-2019.

Entre las poblaciones de Guardia de Liberia y Comunidad de Carrillo hay un límite natural cantonal que por años hizo imposible el paso entre ambos pueblos vecinos: el Tempisque, el más grande y caudaloso río de Guanacaste. Hoy en día dos hermosos puentes les unen, como un padre anciano y su hijo, hombre maduro, que tienden sus manos a los que van de un lugar a otro, pero ¿por qué el puente viejo nunca fue desmantelado, y sigue erguido y solemne, a pesar de que solo el nuevo puente se utiliza para el tránsito vehicular? Algunos vecinos apuntan que eso se debe a la presencia de un fantasma que lo habita.


La historia de este fantasma se remonta a inicios del siglo pasado. Cuentan los vecinos que con las terribles inundaciones del año 1908 se dio una “palizada” o acumulación de árboles y sedimentos en el río Tempisque que propició la idea de redireccionar el río, dejando seco su actual cauce y salvando así el comercio y transporte de cabotaje, afectado por casi diez años. A fin de cuentas, los vecinos se organizaron y despejaron el cauce tradicional, el gobierno ayudó, pero el gobernador de Guanacaste Francisco Mayorga fue el más entusiasta en esta empresa. Un tal Chepe Gutiérrez que participó en aquellas titánicas faenas de limpieza del cauce, trabajando valiente como ningún otro lo había hecho, perdió la vida cuando un tronco que movían los bueyes le golpeo por la cabeza y lo arrojó al río, donde cayó inconsciente y murió ahogado. Desde entonces cuentan que su fantasma deambula por el río y pernocta en el puente, en especial los días de las grandes crecidas.


En siglos pasados fue famosa en la región la “Hacienda el Tempisque”, de Federico Sobrado Carrera, gran comerciante que se hizo millonario no por la ganadería ni por los sembradíos de arroz o caña de azúcar, sino por el tráfico de maderas preciosas a través del Tempisque. Cuentan que cuando ya estaba viejo, en cierta ocasión el fantasma de Chepe se le apareció mientras contaba el dinero fruto de una gran venta de maderas que partió hacia Puntarenas, pero con destino final a Panamá. En medio de los truenos y la rayería de un día lluvioso, Chepe se le apareció junto al coyol detrás del patio, y le hizo ver el grave daño que causaba con la deforestación de los bosques y que por eso tanto las sequías como las inundaciones de cada año eran peores. Don Federico prometió, entre sustos y lágrimas, no volver a deforestar más en las márgenes del río Tempisque, y lo cumplió hasta el final de sus días, mandando a sus empleados a reforestar las zonas más afectadas.


El 28 de julio de 1923, por medio de la Ley N°141, se aprueba la construcción del puente sobre el rio Tempisque para unir Carrillo y Liberia. Pero será hasta finales de los años veinte que se inaugure: desde aquella ocasión el fantasma de Chepe Gutiérrez decidió no deambular más por las riberas del río y habitar bajo aquella hermosa estructura metálica, pues sentía que desde esa altura podía mirar al río y ser su guardián fiel y solícito. Por eso desde los años treinta, mientras el doctor Francisco Vargas revolucionaba la provincia con su partido Confraternidad Guanacasteca, Chepe Gutiérrez se divertía a lo grande asustando boyeros que se abusaban con la extracción de arena en sus orillas, o espantando los cocodrilos que sorprendían a los viajeros habituales del cabotaje que trasportaba a los vecinos y viajeros entre los poblados más famosos de entonces.


En esa misma década de 1930 los filadelfinos acudieron en sendas ocasiones al Congreso de la República para que las autoridades mitigaran las constantes amenazas con las frecuentes crecidas del río Tempisque que inundaba la ciudad, mediante la construcción de muros de contención, pero los trabajos del soñado dique deberían esperar todavía más de 65 años… Cuentan algunos de los trabajadores que levantaron el dique de extraños ruidos que se daban al caer la tarde, de gritos aterradores que les hacían temblar las rodillas y del susurro de los pocos espaveles que permanecían de pie, como reclamando por la extracción de arena y la corta de árboles en sus orillas: era el fantasma de Chepe Gutiérrez, guardián del río Tempisque, que de formas inusuales se hacía escuchar también con el original canto del Guaco, el despavorido jolgorio de los pericos, el desfile ritual de las sardinas río arriba o el chillido de los congos anunciando las lluvias venideras.


Las empresas azucareras del lugar tienen la mala costumbre veraniega de construir vados o caminos temporales sobre el río que facilitan el paso vehicular, pero afectan el cauce natural, impidiendo que las especies acuáticas puedan avanzar con libertad entre sus aguas, ahora encarceladas. Cuentan algunos trabajadores de El Viejo que en cierta ocasión que un vado se rompió con el paso de los camiones repletos de cañas y los mandaron a repararlo, antes de retirarse del lugar, les pareció escuchar el ruido “in crecendo” de una carreta con bueyes que se aproximaba pero que no se veía por ningún lado, cuando de pronto la obra que habían reparado volvió a estropearse como por arte de magia, apareciendo marcadas las ruedas de madera de una carreta que destruía los arreglos del vado, para que el agua corriera en paz, de nuevo. Era Chepe, el fantasma guardián del Tempisque, que velaba para que sus aguas avanzaran con libertad y los peces, aves y reptiles no tuvieran obstáculo alguno en su tránsito por el río. Entonces, con la caída del sol, un sonido aterrador como la caída de un centenario guanacaste, golpeó sus oídos y con la estampida de pájaros también los humildes trabajadores huyeron como locos. Al día siguiente los jefes tuvieron que mandar otra cuadrilla a reparar el vado recién destruido.


Cuando los inviernos hacían crecer las aguas del Tempisque, amenazando con su furia los pueblos levantados en sus orillas, el fantasma de Chepe Gutiérrez descansaba plácido sobre el río y la brisa, bajo el puente viejo de Guardia, y sus ronquidos se escuchaban hasta el viejo templo de madera, que todavía está de pie más de cien años después porque Chepe no ha permitido que lo boten.


Cuentan que un jefe del MOPT, hace ya varios años, pretendía romper y botar la vieja estructura de hierro ya corroído para que solo quedara el puente nuevo, y dio la orden a sus subalternos para iniciar de inmediato con las tareas. Sin embargo, pocos días antes de emprender aquella titánica labor destructiva, se recibió un comunicado del Ministerio de Cultura para que aquella vieja estructura se conservara, pues había sido el primer puente moderno a dos vías levantado en la provincia de Guanacaste.


Contaba el profesor Orlando de la O, quien fue director de la escuela de Guardia, que el entonces Ministro de Cultura había visto en sueños ambos puentes tomados de la mano y sonriendo alegres mientras las aguas crecidas del Tempisque amenazaban golpear sus estructuras, y mientras el nuevo sostenía al más viejo, el anciano puente detenía y redirigía los árboles y las piedras arrastrados para que no golpearan la nueva estructura. Sin duda alguna que era el fantasma de Chepe Gutiérrez que utilizaba todas sus artimañas para aparecerse en los sueños de quien quisiera y hacer consciencia en las autoridades políticas sobre el cuidado del majestuoso río, sus puertos pluviales famosos de antaño, como Ortega, Bolsón, Letras, Puerto Jesús, Puerto Humo, puerto Thiel… y sus dos puentes gemelos.


Cuando aquel 6 de marzo de 2002, multitud de areneros, campesinos, caballistas y artesanos tomaron por la fuerza el puente del Tempisque en Guardia para protestar por varios males de la provincia y fueron reprimidos por la Policía, lograron salir victoriosos en sus demandas no solo por el grito unido del pueblo que jamás será vencido, sino porque Chepe Gutiérrez calmó la euforia de la policía represiva y apagó las bombas lacrimógenas que intentaron tirar entre los manifestantes, animando la pronta liberación de los manifestantes detenidos y encarcelados. Este fantasma bueno jamás permitiría que las injusticias dominaran en las tierras fértiles regadas por el Tempisque.

Una sola vez se vio triste y melancólico el fantasma de Chepe Gutiérrez, según contaron las gaviotas que lo despertaban todos los días con sus conciertos bajo el puente de Guardia, y fue precisamente la madrugada de aquel 10 de abril de 2003 cuando se inauguró oficialmente el “puente de la amistad con Taiwán”, también sobre el río Tempisque, uniendo Nicoya con Cañas en los casi 800 metros que separan las orillas de ambos cantones.


Después de casi dos siglos de vivir abrigado bajo el puente de Guardia, nacía el puente más grande del país, el más moderno, el más maravilloso, el más famoso, no solo porque el presidente Oscar Arias rompería relaciones con Taiwán después de su inauguración para abrazarse con los comunistas chinos, sino porque no se imaginaba cuál desgraciado fantasma se iría a vivir a esa nueva mansión…



Consultado sobre estas historias épicas del fantasma de Chepe Gutiérrez, el anciano Joaquín Bernardo Paniagua, vecino de Palmira y ex presidente de la Asociación por el río Tempisque, decía entre sonrisas que él no creía en fantasmas como espíritus que andan haciendo daño, sino que el verdadero fantasma del río Tempisque es el que hemos estado viendo con las últimas sequías, cuando el verano golpea con furia al río y algunas empresas depredadoras extraen de su cauce la poca agua que le queda, desangrándolo hasta el punto de convertirlo kilómetros después en una pequeña quebrada que cualquier niño de escuela puede saltar: “Ese es el fantasma del río Tempisque que a mí más me causa miedo, porque en algún momento lo puede hacer desaparecer por siempre”.

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