Desde Europa nos han llegado varias leyendas que refieren a un supuesto cuarto rey mago que no logró llegar a tiempo para adorar al Niño Dios, recién nacido en Belén de Judá, por lo que solo se dieron a la cita con puntualidad los magos MELCHOR, llevando oro de Europa, GASPAR, con incienso de África y Balthazar con mirra de Asia…quedando nuestro continente de América marginado al pie del portal de Belén, a pesar de las culturas milenarias que habitaban la región.
No hace muchos años escuché a un anciano pescador de la isla de Chira narrar con picardía que el famoso cuarto rey mago ausente era, nada más y nada menos, que un famoso ascendiente del cacique Chira, cuyo nombre no fue recopilado en los libros de historia por no haber llegado puntual a la cita de Belén, pero que algunos lo recuerdan como Moai. Sea verdad o no esta versión, me quedé muy intrigado de lo que se decía.
No olvidamos que entre los antiguos grupos nahuas que poblaron el territorio que, desde inicios del siglo XVI se denominará Costa Rica, sobresalieron en el Pacífico norte los llamados chorotegas, y se sospecha que alrededor de la isla de Chira fue surgiendo un centro poblacional que ejercería con los años un gran poderío en la región.
Los historiadores coinciden que en las islas del famoso antaño Golfo de Chira (hoy denominado Golfo de Nicoya), particularmente desde la isla de Chira, se fue manifestando un fuerte eje comercial y político que se sostuvo por centenares de años en la época precolombina, siendo un evidente centro de movimiento de mercancías.
Sería por esa gran importancia comercial y política del golfo que los caciques nahuas y chorotegas que recibieron del Ángel San Gabriel el anuncio del nacimiento inminente de un famoso niño judío que traería la paz al mundo entero causó mucha conmoción, y congregados para tomar la importante decisión de elegir el representante de nuestros pueblos originarios para adorar al Emmanuel, Dios con nosotros, que pronto iba a nacer, eligieron al Cacique de Chira, por tres motivos principales: primero, porque era el más corpulento y con más experiencia de largos viajes por el mar, y sin duda la travesía sería muy difícil. Segundo, porque Chira era el pueblo más avanzado en la confección de cerámica, y según lo había anunciado el Ángel Gabriel, había que llevar un importante regalo al recién nacido, que identificara el trabajo de la población del lugar. Y tercero, porque en todas las reuniones de Caciques, el de Chira siempre era el primero en aparecerse, por lo que nadie ponía en duda su presencia oportuna y puntual. En esos gloriosos tiempos no existía todavía la detestable “hora tica”.
Vale recordar que los antropólogos llaman período Tempisque al que va desde al año 500 a.C. al 300 d.C. donde se practicaba en especial la caza, la recolección, la pesca y la agricultura rotativa y cuando las herramientas y utensilios más comunes eran la cerámica modelada, la escultura en rocas volcánicas, en metates y en jade. Algunas de las vasijas de este período encontradas en Guanacaste tienen formas de animales y personas, platos y ollas. Y los artesanos de Chira, centro comercial y de la producción artística, no defraudarían al confeccionar el mejor presente para el Dios-Hombre que muy pronto nacería al otro lado del mar…
Trabajando contra el tiempo se escogió a los artesanos para crear la mejor vasija nunca antes vista, acompañada de un extraño libro cuadrado con los jeroglíficos que identificaban a los más importantes pueblos originarios de todo el continente americano, contando las historias nunca antes narradas que revelaban misterios históricos, culturales y curativos… Desde las costas de Chira zarpó feliz y confiado en cumplir su misión el Cacique de Chira, cruzando el Pacífico hasta el cono sur y allí hacia las costas de sus ancestros en África y luego hasta la zona de Mesopotamia, para concluir su largo viaje al norte de Egipto, pero la travesía resultó peor de lo esperado, pues era época de huracanes, por lo que ni a las costas africanas pudo llegar el valiente cacique, teniendo que ser asistido en la isla de Pascua (por Valparaíso de Chile), donde recibió tratamiento por varios meses para ser curado de todas sus heridas, y a cambió enseñó a los habitantes del lugar los secretos de la artesanía, que fueron la base para la confección de las gigantescas estatuas de la isla, también llamados Moais.
Tres años después del frustrado viaje, al sentirse totalmente repuesto de su salud, emprendió el regreso hacia Chira, con la decepción de no haber podido cumplir con la misión trazada, pero con la alegría de regresar sano y salvo con su gente, a pesar que la preciosa vasija había volado en mil pedazos, rescatándose solo el hermoso libro cuadrado, que misteriosamente no había tenido ningún daño en el naufragio, siendo rescatado por los habitantes del lugar y devuelto a su dueño, a quien hasta su muerte los chireños llamaron Moai. No se supo en Chira nada sobre los detalles del nacimiento del Niño judío, ni de su cruel muerte en Cruz al cumplir los 33 años y mucho menos de su resurrección, hasta que un 16 de marzo de 1526 se celebrará la primera Semana Santa (y la primera Misa) en Costa Rica en una expedición de Pedrarias Dávila en la que le acompañó el Pbro. Diego de Escobar, precisamente en la Isla de Chira. El mensaje de Cristo impactó tanto a los chireños que todos sin excepción se convirtieron al cristianismo, pues recordaron la antigua leyenda del cacique Moai, el cuarto rey mago chorotega.
Por desgracia, los mismos que anunciaron el Evangelio de la libertad, terminaron esclavizando y oprimiendo al pueblo indígena, a tal punto que el 7 de abril de 1529 un testigo de Nicoya narra cómo embarcaban en Chira en condición de esclavos a unos 45 indígenas chorotegas, entre hombres y mujeres, rumbo a las minas de Perú.
Esta leyenda vuelve a revivir a principios del siglo XX, como resultado de unas excavaciones arqueológicas en la isla de Chira, donde se halló un libro cuadrado con jeroglíficos, que fue denominado “el misal chorotega”; pero se ignora el paradero que haya corrido ese misterioso documento, cuya confección había sido mandada por el Cacique Moai. La principal referencia conocida sobre ese hallazgo la brinda la arqueóloga María Fernández Le Cappellain de Tinoco, quien visitó la isla de Chira en 1935.
Un par de ancianos huaqueros de Chira aseguran que un ricachón del lugar vendió dicho histórico libro al expresidente Daniel Oduber, famoso por financiar un grupo de huaqueros en la provincia de Guanacaste y comerciar sus principales hallazgos al extranjero. Créanlo ustedes o no, “el misal chorotega” tan sigilosamente guardado por los chireños por varios siglos, sigue siendo uno de los misterios históricos que el Cacique Moai nos heredó sin que todavía se sepa con certeza los secretos más profundos de Chira, isla guanacasteca que desde 1915 es administrada por Puntarenas, pero siempre fiel a sus orígenes chorotegas.
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