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Foto del escritorProfesor Ronal Vargas Araya

Leyenda y tradiciones de Esquipulitas, Santa Cruz, Guanacaste

Aunque la devoción al Cristo Negro de Esquipulas en Guatemala se da a principios de la Colonia, en Costa Rica inicia poco antes de la independencia, un 14 de enero de 1804, cuando en la población de Santa Cruz aparece accidentalmente uno de los peones o esquipulitas de aquel famoso Cristo Negro de la ciudad de Esquipulas, ubicada en el sureste guatemalteco, cerca de la frontera con Honduras. Al parecer un delincuente había robado esta imagen y procuraba venderla a buen precio, pero las autoridades españolas asentadas en el Reino de Goatemala le seguían de cerca la pista.



Aquel furtivo ladrón logró esquivarlos y llegar a estas tierras del Partido de Nicoya y procura negociar la imagen con unos vecinos por los parajes del Diriá, pero al sentirse acorralado por las autoridades huye de nuevo, dejando en su escapatoria, colgada, en un árbol de coyol junto al río, aquella valiosa imagen del que llamaron “El Negrito”, sin intentar nunca jamás recuperarla. Un vecino decidió recoger y guardar la imagen en su casa, pero la sorpresa la tuvo a la mañana siguiente, ya que El Negrito había desaparecido, encontrándolo horas después en el mismo coyol. Volvió a tomarlo y lo llevó de nuevo a su casa. El asombro fue mayor al día siguiente, pues de nuevo lo encontró colgando en la misma rama palma del coyol, hecho que se repitió tal cual al tercer día consecutivo del hallazgo. Fue hasta entonces que los vecinos comprendieron que aquel Cristo Negrito quería quedarse entre ellos y que se le construyera un templo en medio de la vecindad.


Santa Cruz ha sido una de las poblaciones guanacastecas donde primero se asentó la población negra, manteniéndose histórico el poderío afro-caribeño en estas tierras de la pampa guanacasteca hasta el día de hoy, por lo que un Cristo Negro sería muy bien recibido entre esta humilde gente, particularmente de los guardaban rencor contra la población nicoyana que los había expulsado muchos años antes, y solo gracias al obispo Morel de Santa Cruz habían logrado repoblar y dominar el valle del Diriá. Aunque no está tan claro el origen mayoritario de la población de tez oscura, sin duda alguna el Cristo Negrito logró calar en el alma y las tradiciones populares de este folklórico cantón.

Las imágenes de Esquipulitas, llamadas desde entonces “peones”, caminan de casa en casa y de pueblo en pueblo, gracias a la fe de sus seguidores. Al anochecer se dan las tradicionales comederas, velas, rezos, cantos y bailes con marimba que alegran su visita casa por casa. El mayordomo del pueblo vigila para que la imagen del peón mantenga su recorrido por todas las casas de la comunidad donde le recibieron. Era común escuchar de mayordomos famosos del templo principal de Esquipulas que “le pedían plata prestada” al Santo para resolver algunas deudas personales o simplemente para echarse unos tragos, sin devolvérsela nunca… La demanda de las velas y los rezos son parte de esta antigua tradición que todavía hoy sigue acompañando el peregrinaje de los Esquipulitas por el cantón.

Recordando los antiguos tributos que los indígenas entregaban a sus dioses y posteriormente a los conquistadores españoles, quedó la costumbre del folclórico baile de los indios promesanos, en el que varias parejas de indios, esplendorosamente vestidos, se presentaban ante el Cristo de Esquipulas, para entregar su ofrenda en medio de cantos y bailes típicos en los que todos tenían voz y un espacio importante. El grupo iba encabezado por una pareja de ancianos, seguida por otra de jefes y así sucesivamente hasta llegar a 14 parejas, finalizando con una de jóvenes y otra de niños, a quienes se les llamaba los “cumiches”. Con la entrada de los indios promesanos dan inicio las fiestas religiosas populares del primer mes del año.

La población negra guanacasteca ha ocupado un puesto privilegiado en nuestra historia provincial, a pesar que no se le haya reconocido su preponderancia en los libros de historia ni se hayan reconocido las gestas de sus mejores representantes. El hecho que una población entera se haya identificado plenamente con un Cristo negro nos hace un llamado de atención para que tanto las familias, la escuela, como las comunidades, sepan proponer modelos válidos a seguir, con los cuales la gente sienta la alegría de identificarse plenamente, en particular si pertenecen a un sector marginado o excluido de la población, como lo fue por siglos la cultura afro-caribeña.

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