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Leyenda de LA MONJA de la Ermita de la Agonía (Liberia).


Cuentan las abuelas de una extraña mujer que oculta su rostro ante los que le pasan de cerca y que en las madrugadas más oscuras deja ver su silueta desteñida, sentada en las orillas de la Ermita de la Agonía, por donde antaño ondeaba solemne la famosa plaza de toros (en el actual parque de la iguana), y que de un momento a otro: ZAZ, aquella fantasmagórica imagen de blanco se mueve lentamente, pero no caminando sobre el cesped, sino volando a escasos centímetros del suelo, recorriendo los alrededores de la Ermita y penetrando hasta el interior del templo, aunque las gigantescas puertas de madera permanezcan cerradas.

Esta recurrente historia la monja de la Ermita se narra entre corrillos desde hace ya muchos años, y al parecer alude a una famosa religiosa que había sido enterrada precisamente bajo el piso de este antiguísimo templo, hoy monumento cultural. Escuché alguna vez al famoso Pellejo e'lora contar que la tal monja que se aparece no gozaba de muy buena reputación entre sus compañeras, porque con cierta frecuencia se escapaba del convento y nadie sabía el rumbo que llevaban sus pasos.... Al morir relativamente joven, de una rara enfermedad que los médicos nunca supieron explicar, su alma en pena siguió escapándose entre las sombras de los guanacastes, cuando la luna liberiana apenas repartía migajas de luz.


No mienten quienes todavía perciben su presencia cuando regresan de las fiestas y los bailes, y en altas horas de la noche sienten un aire pesado y divisan a lo lejos el hábito de aquella monja perderse entre las tejas que sobresalen en el fondo blanco de la Ermita de la Agonía, haciendo temblar las rodillas de los más valientes, que aunque el miedo les empuja a correr ante aquel espanto, no pueden acelerar el paso.

MORALEJA:

A pesar que no pocas personas reconocidas socialmente hayan logrado disimular por años un ejercicio familiar y laboral ejemplar, en medio de situaciones polémicas o confusas, donde se manifiestan algunas irregularidades cometidas, por años ocultas en un silencio sepulcral, LA CONCIENCIA no dejará descansar en paz a quienes arrastren una culpabilidad sin arrepentimiento. Y no hay dicha más grande que dormir sereno y en paz, recostando la cabeza en la almohada de la buena conciencia.



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