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Leyenda de la Peña Bruja, La Cruz de Guanacaste.

Actualizado: 4 nov 2020


En terrenos hoy dedicados a la conservación, dentro del histórico parque Santa Rosa, frente a playa Naranjo, surge de lo profundo del mar una enorme peña muy cercana a la costa, una porción de tierra en medio del mar que asemeja una misteriosa isla y es conocida entre los lugareños como Peña Bruja.


Cuentan los antiguos habitantes de la costa que un grupo de pescadores disfrutaban del viaje por estas frias y ventosas aguas, pero no se animaban a surcar cerca de aquella peña por su inusual apariencia. Un indio valiente que estaba con el grupo recibió la aprobación de sus compañeros para adelantarse solitario a enfrentar el reto de acercarse a la peña y montó en su bote con decisión.



Al llegar a la peña reconoció en su diminuta playa a tres simpáticos jóvenes con los que se puso de inmediato a conversar sobre las tristezas y sufrimientos que los estaban hundiendo en la desesperación.


Resulta que esos tres personajes eran en realidad un toro, un viejecito y un perro, que tenían encarcelado su destino al de aquella peña embrujada. El indio llegó a un acuerdo con ellos para regresar pronto y rescatarlos de la maldición que los tenía allí esclavizados, y además se comprometió a no decir nada de su encuentro y su conversación, lo cual no pudo cumplir, ante el acoso de los demás pescadores, que extrañaban su tardanza. Por la vergüenza de haber incumplido su promesa, nunca más regresó, dejando a los tres misteriosos personajes encarcelados para siempre a la peña embrujada.


Desde entonces los pescadores que rondan aquellos contornos relatan que cuando la tarde oscurece, la peña se tumba como un perro, y al amanecer hace eco de los bramidos del toro que rasca enfurecido. Cuando el sol mañanero la golpea sin clemencia se mantiene un poco inclinada, asemejando la sabiduría de un anciano enseñando sus canas al sol. Estas tres posturas de la peña embrujada son el reflejo de las ánimas de aquellos jóvenes castigados muchos años atrás por la malévola bruja de las cuevas del Murciélago, vengándose de quienes se atrevieron a penetrar en sus dominios a vivir eternamente en esa pequeña isleta encantada.


MORALEJA: Los pescadores siguen siendo, dentro del mundo de la pobreza, una de las profesiones con menos recursos económicos, siendo el mar su mayor riqueza. En sus largos y duros viajes ellos escuchan las voces escondidas en las rocas, las olas, el viento marino y las estrellas nocturnas. La Peña Bruja no es más que uno de tantos lugares hechizados por la semilla de los sueños, donde esta pobre gente escucha los lamentos que nunca llegaron a los diferentes sectores del gobierno que siempre los ha mantenido en el silencio y el abandono casi total.



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