Desde tiempos de la colonia se vienen contando diversas historias entorno al imponente cerro de Las Cruces, desde donde se contempla a sus pies el ancestral poblado chorotega de Nicoya. Una de las leyendas más antiguas relata de una gigantesca serpiente milenaria que yace dormida en lo más profundo del cerro, sin dar señales de vida a finales del invierno, ni en los primeros meses del ardiente verano, excepto cuando florece el mes de mayo, con la llegada de las primeras lluvias. Precisamente los primeros días de mayo comienza a despertarse esta monumental serpiente, que esconde su cabeza bajo el cerro de La Cruz y su cola se extiende hasta el lago de Nicaragua, según contaban los ancianos chorotegas.
Este es el motivo por el que religiosamente el pueblo nicoyano se congrega en los primeros días de mayo, particularmente al tercer día, cuando la tradición cristiana celebraba antiguamente el “Día de la Santa Cruz”. Peregrinos de todos los barrios de Nicoya se encuentran en las faldas del cerro e inician su ascenso con mucho respeto. Una vez en la cumbre contemplan la planicie donde se levantó el templo más antiguo del país, todavía en pie, “la iglesia colonial”, construida en honor de San Blas y de la Virgen de Guadalupe. Después de esa pacífica mirada que vuela sobre las casas de la ciudad, inician los actos religiosos necesarios para mantener la paz ecológica y la paz social y, desde lo más profundo de los corazones, orar para que se mantenga en reposo permanente aquella bestia infernal, cuya cabeza se hunde bajo los pies de los peregrinos...
Las pocas ocasiones en que el pueblo olvidó subir al Cerro de Las Cruces para celebrar su tradicional ascenso del 3 de mayo, o lo hizo entre borracheras y pleitos entre los vecinos, sin agradecer de corazón las bendiciones que la ciudad había recibido durante el año recién pasado, habían sobrevenido las desgracias históricas más terribles que azotaron sin misericordia al poblado de Nicoya, tal como fueron las pestes, inundaciones, invasiones de piratas, temblores, terremotos o incendios. Por eso, la devoción de la subida al Cerro, se viene realizando fielmente desde bien adentrada la época colonial y se ha mantenido hasta la actualidad.
Le llaman "Cerro de Las Cruces" porque no hace muchos años eran tres las cruces que los devotos habían colocado en la cumbre, simulando la montaña del Calvario donde Jesús fue crucificado, venciendo con su sangre derramada en La Cruz a la bestia infernal del pecado. Sin embargo, al caer las cruces de los dos ladrones vencidas por los duros golpes de las lluvias, los vientos y el olvido, el pueblo no las repuso más, por lo que en el Cerro solo se levanta orgulloso este madero sagrado, dando pie a que las nuevas generaciones que lo suben a diario le llamen “el Cerro de La Cruz”.
Como MORALEJA de esta leyenda habría que reconocer que el pueblo debe mantenerse siempre atento para no perder su identidad, su historia, sus tradiciones, so pena de que la serpiente del olvido atente contra el futuro de su misma sobrevivencia. Debemos mantenernos siempre vigilantes para que las bestias del dinero, el poder, el placer y la indiferencia se mantengan dormidas y no vuelvan a atormentar a los hijos del pueblo chorotega, que han visto cómo su cultura va decayendo, y cede su riqueza ante la imposición de patrones culturales foráneos. Ni las PESTES ni otras desgracias podrán contra un pueblo que defiende con orgullo su identidad y cuida con amor de su gente.
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