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Foto del escritorProfesor Ronal Vargas Araya

Leyenda del fantasma del Bambú. Nicoya, 2 de enero de 2020.

En San Martín de Nicoya escuché una leyenda aterradora que no puedo dejar de contar, pues es parte de nuestras tradiciones guanacastecas. Todo se remonta a cuarenta años atrás, cuando comenzaba a expandirse este pequeño barrio que con el tiempo llegaría a ser el más grande poblado nicoyano.


Cuentan los vecinos que entonces era aterrador pasar de noche por el puente del río Perico (por el camino que hoy se ubica detrás del hospital La Anexión), pues se escuchaban voces entrecortadas y pisadas rápidas que se acercaban y de pronto se alejaban en la oscuridad, pero no era posible ver a nadie ni reconocer el origen de aquellos ruidos que ponían los pelos de punta hasta a los más valientes de entonces.

Don Pilo Vargas recuerda que en su infancia en diversas ocasiones hasta tuvo que ofrecer un vaso de agua a las personas que tocaban a la puerta de la casa de sus padres, casi arrastrando el alma junto a sus pies empolvados, después de huir, como cohetes recién disparados, al escuchar los aterradores sonidos producidos junto al río Perico al caer la noche.


Es sabido que cuando alguien al caminar siente miedo, lo normal es que salga corriendo, y eso era la que comúnmente pasaba por el puente, noche tras noche: niños, jóvenes y adultos, quienes al sentir el menor ruido extraño, de inmediato se decían: “patitas, pa que las quiero”, y emprendían la fuga sin parar hasta la casa más cercana, donde ya experimentaban el alivio de otra presencia humana que les daba la seguridad arrebatada por aquel misterioso espectro al que ya comenzaban a llamar “el fantasma del bambú”.


Fue entonces cuando el pequeño Pilo, cansado de tantas historias de pánico y terror contadas por sus vecinos, decidió enfrentar con valentía al escurridizo fantasma del bambú. “Mi plan es sencillo”, decía él en su inocencia; “pasaré por el puente envuelto en una sábana blanca y haciendo tanto ruido, que hasta el fantasma del bambú se asustará y huirá irremediablemente río abajo, dejando de atormentar a los pobres vecinos de San Martín”. Y manos a la obra. Sin embargo, aquel plan solo tendría éxito en la mentalidad de este mozo, pues a pesar del susto momentáneo, el fantasma del bambú continuó con sus fechorías.


Al ver fracasado su primer intento de vencer el pánico que causaban aquellos ruidos que atormentaban a los vecinos, el valiente Pilo se dedicó durante el día a recoger varias ramas de bambú y las colocó precisamente muy cerca del puente, a modo de una pirámide, incrustando en ella una mecha de tela con un poco de pólvora que había extraído de unos triquitraques encebados de la navidad anterior y que esperaría el momento preciso para ser encendida. Todos saben que, cuando se queman cañas de bambú, estas hacen un ruido estrepitoso que aleja hasta las ánimas del purgatorio.

Al caer la noche, y oculto tras un frondoso caimito que todavía se levanta junto al río Perico, Pilo atisbó por un par de horas el paso de los vecinos y el correr desesperado una vez que los pasos acelerados y los ruidos extraños se acercaban, pero no logró divisar a nadie detrás de aquel terrorífico ambiente. Fue entonces cuando se acercó sigilosamente con una caja de fósforos que escondía en su pantalón corto y encendió la mecha de su pirámide atrapa fantasmas.


Ante el pequeño incendio y el ruido ensordecedor de los bambú encendidos y de la pólvora avivando el fuego, una manada de mapaches que vivía bajo el puente salió huyendo, y quedaron expuestos unos robustos bambúes que, al ser agitados por el viento, producían un característico ruido que cualquier productor de películas de misterio se lo desearía, pues al chocar entre ellos parecía que se abrían las escaleras del infierno para los mortales que andaban en malos pasos.


Aunque suene increíble aceptarlo, aquel gesto heroico del joven Pilo Vargas, al que participaron algunos testigos presenciales, fue el detonante para acabar para siempre con el fantasma del bambú, pues desde aquella ocasión los pocos mapaches que por allí pasaban y el impactante ruido del bambú al chocar con sus homólogos no volvió a asustar más que a los novatos y desconocedores de los ruidos propios de la madre naturaleza.


Es por eso que no es de extrañar que científicos en Holanda están trabajando en una alternativa sostenible que puede ayudar a reducir la contaminación acústica en las carreteras dejando de utilizar barreras de cemento para lidiar con el ruido del tráfico, estas losas grises no son exactamente agradables de mirar. Estos investigadores creen que han encontrado una manera más agradable de combatir la contaminación acústica. En la ciudad de Amsterdam están creciendo actualmente canteros largos de bambú junto a una autopista de Holanda del norte. Los científicos planean estudiar la carretera con el tiempo para ver si el bambú es una solución eficaz para reducir y transformar el ensordecedor ruido del tráfico. El bambú no es sólo una alternativa más atractiva que el hormigón, sino que también es menos costoso, produce una acústica diferente, es más bello y natural.



Sin duda alguna que la magia sónica del bambú y los muchos secretos que esconde esta “planta de los mil usos”, como la llaman los conocedores, seguirán siendo un misterio digno para mantener viva la leyenda del fantasma del bambú.

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