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Nicaraguenses y guanacastecos somos hermanos históricos bajo lógica del latifundio Nicoya junio 2020

El latifundismo ha sido el patrón de comportamiento social dominante en el territorio que ocupará Guanacaste. Su figura política precedente, el Partido de Nicoya, generalmente llevó una vida bastante independiente, máxime que sus pobrezas nunca llamaron mucho la atención de sus vecinos. Sin embargo, y sin polemizar en el discutido tema de la “anexión de Guanacaste a Costa Rica”, sintetizamos el aporte que al respecto refiere el historiador Carlos Meléndez, a fin de comprender el papel histórico del Partido de Nicoya:

1. Hasta 1588 Nicoya fue una Gobernación anexa a la de Nicaragua.

2. Desde entonces y hasta 1593 se mantiene enteramente independiente, tanto de Nicaragua como de Costa Rica (en esta época Don Fernando de la Cueva sería nombrado "Gobernador de Costa Rica y Alcalde Mayor de Nicoya").

3. Del año 1593 al 1602 permanece agregada a Costa Rica y gobernada indistintamente por Alcaldes Mayores o Corregidores.

4. Desde 1602 hasta 1786 vive en condición de plena autonomía con respecto a sus vecinas. Es un largo período en el que se siguen alternando Alcaldes Mayores y Corregidores. Sin embargo, el sentimiento generalizado es por sentirse de Costa Rica, aunque de hecho dependía de la Capitanía General de Guatemala (En 1644 el tesorero de la Alcaldía Cristóbal Zapata pidió al rey la agregación de Nicoya a Costa Rica y la supresión de la Alcaldía Mayor. El rey acogió la petición y en 1648 autorizó a la Audiencia para nombrar un Corregidor).

5. En diciembre de 1786 Nicoya pasa a formar parte de Nicaragua en condición de Partido. Así se mantuvo la situación hasta que las poblaciones de Nicoya y Santa Cruz decidieran anexarse a Costa Rica en 1824, contra la voluntad de Liberia, de población mayoritaria rivense.


En todo ese tiempo la relación fraterna entre nicaragüenses y guanacastecos, con pequeños altibajos, será de mucha cercanía y mutuo acompañamiento, mientras trabajan para los grandes hacendados. A principios del siglo XIX los datos de la época nos aseguran que las poblaciones de Nicoya y Santa Cruz eran numéricamente superiores a las de Guanacaste (Liberia) y además, por la cercanía, establecían relaciones más estrechas y características comunes, especialmente en cuanto a la distribución de la propiedad, que era mucho más compartida (menos latifundista que en Liberia). Por eso estos dos pueblos serán los que gestionen la anexión a Costa Rica, mientras Liberia se mantiene unida a Nicaragua, máxime que los grandes hacendados eran nativos de Rivas.


Hay que recordar que desde 1812, a raíz del plebiscito para los diputados a las Cortes de Cádiz y en vistas de que Costa Rica no llenaba el mínimo de población electoral, Guatemala pidió a Nicoya que se le uniera, teniendo así los electores que trasladarse hasta Cartago. Los nicoyanos nombrarán en 1813 al Pbro. Nicolás Hidalgo como elector parroquial y en 1814 al Pbro. Evaristo Gutiérrez para que eligieran el diputado a las Cortes. En 1820 eligen a Don Rafael Briceño, precisamente en el momento que se solicitó nombrar un Obispo para Costa Rica, solicitud a la que se unieron los pueblos de Nicoya, Santa Cruz y Guanacaste…así el camino hacia la anexión ya se venía allanando, mientras que los vecinos nicaragüenses seguían enfrascados en las eternas peleas políticas entre liberales y conservadores, una guerra fratricida que les hizo descuidar a su antiguo aliado, el Partido de Nicoya, hasta perderlo, casi sin darse cuenta.

A pesar de gestarse en 1824 la anexión, las relaciones fraternas, los viajes constantes, el comercio, el intercambio de ganado y productos agropecuarios, siempre continuó siendo habitual entre los pobladores de ambos países bajo la lógica del latifundio, a tal punto que con la invasión filibustera a Nicaragua, sería el Batallón Moracia de Guanacaste, conformado por trabajadores de las grandes haciendas, junto con el resto del ejército costarricense, quienes saldrían en auxilio de sus vecinos nicaragüenses, expulsado a William Walker y sus filibusteros de la Hacienda Santa Rosa primero, y posteriormente de Rivas, con la quema del mesón en 1856, durante la recordada Campaña Nacional empujada por el presidente Juanito Mora.


No pocos estudiosos opinan sobre un creciente arribo de nicaragüenses a Costa Rica hacia finales del siglo XIX, huyendo de las guerras fratricidas de la última década. Algunos historiadores se refieren a una ola migratoria hacia Guanacaste de casi la mitad de la población de Rivas (1), muchos nicaragüenses no regresarían a su país, sino que junto a los guanacastecos poblarían las zonas bajas de la provincia y los rincones habitables de las haciendas. A pesar de ello, para 1906, el diputado José Figueredo reconoce la abundancia de tierra todavía sin explotar en varias regiones del país, particularmente en Guanacaste, por lo que presenta un proyecto para estimular una mayor inmigración de nicaragüenses a la región. Para ello propone que el Estado incentive la inmigración, adquiriendo tierras sin trabajar y entregándola en propiedad a los colonos que, "deben ser de la raza blanca, [inmigrar] por familias, con preferencia agricultores [y] de nuestro propio idioma si fuera posible" (2). El Estado, sin embargo, por medio de los diputados latifundistas, no mostró mucho interés en repoblar estas regiones, como sí era la política liberal del siglo anterior. El hecho de que tan sólo un año antes en Guanacaste hayan sido juzgados en los Tribunales 41 vecinos nicaragüenses (11 en Liberia, 17 en Santa Cruz y 10 en Cañas), nos indica ya la alta presencia pinolera en estas ricas zonas agrícolas y ganaderas.


En las primeras décadas del siglo Alfonso Salazar Aguilar, tal como su padre, propietario de la hacienda El Viejo (Carrillo y Santa Cruz) trajo por tierra desde Rivas (un largo trayecto de 10 días) prácticamente a todos sus trabajadores calificados, tales como sabaneros y fabricantes de queso. Muchos de los guardias de las haciendas Tempisque, El Jobo, Santa Rosa y otras más eran también nicaragüenses. Por eso no extraña que en 1927 alrededor de un 10.3% de los pobladores de la provincia eran extranjeros, un pequeño grupo de chinos y la mayoría nicaragüenses. Sin duda que el arribo de campesinos pobres y sin estudios del sur de Nicaragua hacia el pacífico seco de Costa Rica coadyuva a explicar el tradicional alto analfabetismo rural guanacasteco, en comparación con las otras provincias del país, donde abundaban más las escuelas, consideradas por los hacendados como un atraso y pérdida de tiempo para las cocineras y sabaneros guanacastecos (y nicaragüenses).


No podemos olvidar que en los siglos XVII y XVIII predominó el hacendado nicaragüense en la región, como propietarios absentistas, particularmente en el Valle del Tempisque. En el siglo XIX la tendencia cambió y ya eran cafetaleros y políticos del Valle Central los nuevos hacendados, que visitaban con cierta regularidad sus propiedades en el Valle de Bagaces. Entre 1880 y 1920 fue fuerte otra presencia extranjera en la región, grandes capitalistas franceses y gringos que adquirieron Haciendas en Guanacaste con fines madereros, ganaderos, cañeros y mineros, tales como Hipólito Tournon (Hacienda Tenorio), J.A. Gluck (La Palma); Minor Keith (Paso Hondo) y los Wilson (El Viejo). Varios políticos y expresidentes de renombre fueron también dueños de haciendas guanacastecas, tales como Francisco Oreamuno, José María Castro Madriz, Próspero Fernández, Tomás Guardia, Bernardo Soto, etc.


Entre 1850 y 1900 tenemos la tercera generación de nicaragüenses en la región chorotega, pero ahora casi todos residentes en Liberia, donde eran comunes los matrimonios con los nacionales; ellos acumulan entonces el 23% de las propiedades. El historiador Francisco Ibarra menciona ya en la década de 1940 "la fecunda e impagable labor del peón nicaragüense en los campos malsanos e inclementes de la Costa Atlántica primero y el Pacífico después" (3). En esta misma década, en el contexto de una fuerte crisis económica en Nicaragua, hubo una significativa inmigración ilegal de nicaragüenses que, desesperados por conseguir trabajo, cruzaban por su cuenta la frontera para residir en Guanacaste.

Para 1946 sólo en la provincia de Guanacaste había varias decenas de miles de nicaragüenses buscando empleo. Sostiene Ibarra que en 1948 "la siembra del arroz, del maíz y los frijoles... la hacen en gran parte el trabajador de Nicaragua o de este origen en el Guanacaste, Upala, Los Chiles y otros lugares del Pacífico" (4). Y es que hasta 1950 el flujo normal de los nicaragüenses hacia Costa Rica era para establecerse en Guanacaste o en las bananeras de Limón; en décadas posteriores el centro de interés mayor serán San Carlos y la Meseta Central. También ante la intervención del gobierno de los Estados Unidos en Nicaragua para 1914, so pretexto de sofocar conflictos internos, comienza a crecer en Costa Rica una general repulsa popular que llevó a no pocos a luchar activamente contra la invasión, calmada entonces por el presidente Jiménez, invocando la “neutralidad” política del país.


En un Censo de 1907 realizado en 11 grandes haciendas guanacastecas se logró constatar la presencia de 10.262 personas viviendo en asentamientos y casas desperdigadas en pueblos y asentamientos aislados a lo largo del latifundio, estimándose la población guanacasteca total en 29.093 personas, por lo que al menos un 35% de la población vivía en condiciones inseguras de tenencia de la tierra. Al no contar este censo varias tierras invadidas y otras colonias de campesinos “externos” bien se podría deducir sin exagerar que al menos el 50% de los guanacastecos vivían en tierras donde otras personas poseían el título de propiedad (6), siendo semejante o peor la situación de los nicaragüenses residentes.


Al respecto, Liberia siempre ha sido un cantón en manos de grandes latifundistas (contrariamente a Nicoya y Santa Cruz, donde predominaron las pequeñas parcelas). La totalidad de “sus tierras están en manos de unos pocos hacendados. No menos de 60 o 70 mil hectáreas son las que pertenecen al doctor Don Manuel Joaquín Barrios, por ejemplo” (7). Los años 20´s presentaron los brotes de violencia antilatifundista hasta ese entonces, jamás escuchados en Costa Rica, particularmente por la garra de los campesinos contra los terratenientes.


Según el diputado Francisco Mayorga Rivas, nacido en Nicaragua pero radicado en Liberia, “allá en el Guanacaste, en muchos lugares donde antes existían caseríos de pequeños agricultores, sólo existen hoy repastos para novillos” (8). “No hemos de esperar que el campesino tenga que armarse de bomba y de cuchillo para defender sus parcelas” (9). Y continua el diputado argumentando con valentía: “El acaparamiento de grandes extensiones de tierra, sometidas a dominio particular, es uno de los grandes males de la Provincia de Guanacaste. Eso ha determinado la condición de parásitos a pueblos enteros, limitando a la vez su crecimiento y prosperidad. La redistribución de las tierras parece ser lo aconsejable para la solución de tan serio problema” (10). Es así como el tradicional problema del latifundio guanacasteco termina hermanando aún más a los trabajadores campesinos sin tierras autóctonos o procedentes del Norte. Por esa estrecha relación histórica es que la xenofobia o discriminación hacia el extranjero nunca ha dominado entre los pobladores de los cantones guanacastecos, pues hemos tenido una historia común de mucho arraigo, manifestada además en un arte culinario similar, tradiciones comunes y una historia compartida.



NOTAS:

(1): EDELMAN, Marc; La lógica del latifundio: Editorial UCR; San José 1998.

(2): ANCR, Serie Congreso, N.3287, f.7.

(3): IBARRA MAYORGA, Francisco, La tragedia del nicaragüense en Costa Rica, Editorial Borrasé, San José, 1948, pág. 9.

(4): IBID

(5): IBID

(6): EDELMAN, Marc; Op. Cit.

(7): GUDMUNDSON, Lowell; Hacendados, políticos y precaristas: la ganadería y el latifundismo guanacasteco 1800-1950; Editorial CR, San José 1983; p. 86

(8): Diario Oficial La Gaceta, 9 de agosto de 1928, 1098.

(9): GUDMUNDSON, Lowell; Op. Cit. p. 85 ss

(10): GUDMUNDSON, Lowell; Op. Cit. p. 86

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